Don Federico Soarez: El gran Juez de Paz, y presidente de la comisión fundadora, de 1854, y de la Corporación Municipal, en 1856.

Don Federico Soarez: El gran Juez de Paz, y presidente de la comisión fundadora, de 1854, y de la Corporación Municipal, en 1856.

octubre 7, 2019 0 Por archivol
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La relevante figura, del caracterizado y muy prestigioso fundador y pionero, de Chivilcoy, Don Federico Soarez (1811-1890), Juez de Paz, del distrito y presidente de la comisión de vecinos, que creó nuestra ciudad, el 22 de octubre de 1854. Fue también, el primer titular, de la antigua corporación municipal, conformada el 25 de marzo de 1856, y con su conducta recta y ecuánime, nos dejó un honroso y perdurable ejemplo, de justicia, probidad y honradez; un ejemplo que, nos enorgullece a todos los chivilcoyanos.

La página evocativa de la fecha, la dedicaremos a la especial recordación, de la destacada e ilustre figura, del vigoroso y memorable fundador y pionero lugareño, Don Federico Soarez, quien a lo largo de muchos años, de una férrea y sostenida actividad, supo cumplir y desarrollar, una fecunda y apreciable trayectoria, en favor del venturoso  progreso chivilcoyano; caracterizándose por su firme y tesonera personalidad, su espíritu ecuánime y equitativo, su actitud comprometida y laboriosa, su clara entereza y reciedumbre y, su inquebrantable conducta de justicia, probidad, rectitud y límpida honradez.

De origen uruguayo, Don Federico Soarez, había nacido en la vecina Banda Oriental, hacia 1811, y en el mes de noviembre de 1842, a los 30 años de edad, hizo su promisoria aparición, en el agreste y casi desértico escenario de nuestra región geográfica, del oeste bonaerense, que por entonces, dependía de la antigua y tradicional Guardia de Luján; estableciéndose, con una Pulpería y Casa de Trato, a orillas de las Saladas, en terrenos pertenecientes a Doña Bernarda Frías de Gorostiaga. Para ello, Don Federico Soarez, hubo de solicitar la respectiva licencia o autorización, al gobierno rosista, de la Confederación Argentina, de aquella época; como asimismo, el debido permiso, que data del mes de diciembre de 1842,  a fin de poder contar con un sable y dos tercerolas, en atención a la “seguridad de su casa de comercio”. En ese momento, esta fértil y vasta superficie – lo reiteramos -, se hallaba bajo la jurisdicción de la Guardia de Luján, hasta que, finalmente, dicha zona, logró su merecido independencia o autonomía, al crearse el Partido de Chivilcoy, por el decreto Nro. 1844, del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Don Juan Manuel de Rosas, el 28 de diciembre de 1845.

Designado, en primer término, Teniente Alcalde, tiempo después, en 1853, alcanzó el importante rango y la jerarquía de Juez de Paz, del distrito, y desempeñando el citado cargo y esas funciones judiciales, junto a Don Manuel Villarino, llevó a cabo, arduas y fructíferas gestiones preliminares,  y presidió la comisión fundadora, de nuestra ciudad, el histórico domingo 22 de octubre de 1854. Además, fue el presidente inicial, de la Corporación Municipal – primera y gloriosa administración gubernativa, de la comuna -, constituida e instalada, oficialmente, el 25 de marzo de 1856; ocupando, otra vez, el mencionado cargo, entre los años 1864 y 1865, y también, en 1870, 1871 y 1872.

El distinguido y prestigioso investigador, del pasado local, ingeniero Mauricio Birabent (1905 – 1982), en el capítulo II “Los Forjadores”, de su hermoso e inolvidable libro “El Pueblo de Sarmiento”, editado en octubre de 1938, refiriéndose a Don Federico Soarez, puntualizaba, de una manera franca  y elogiosa: “Soarez, desde su llegada al territorio desolado, hasta el final de sus días, cuando ya el pueblo en pleno desarrollo, comenzaba a olvidar sus humildes orígenes, fue el padre espiritual de Chivilcoy; jerarquía adquirida legítimamente, que nadie pretendió negarle ni disputarle. La Municipalidad, tiene una reproducción en tela, de la cabeza del citado prócer local. Basta observarla un momento, para juzgar sus características dominantes: frente despejada, expresión serena y bondadosa, maxilar recio que se adivina bajo la barba entrecana y la melena, aún rizada, enmarcando bellamente el conjunto. Cuentan las crónicas y hablillas de la época, que Soarez era un hombre de alta estatura, de recias espaldas y fuertes puños; muy pulcro y muy elegante en el vestir. Acaso su estampa, aparte sus reconocidos méritos de tolerancia, honradez  y espíritu de justicia, lo consagraron desde el primer momento, para ocupar uno de los puestos de mayor responsabilidad en el partido; fue el Juez casi constantemente, durante toda su vida pública; el Juez de Paz, del partido de Chivilcoy”.

Por otra parte, en el número extraordinario, de la revista “Chivilcoy” – un órgano periodístico, del “Centro de Amistad y Cultura”, de residentes chivilcoyanos, en Buenos Aires -, publicado en octubre de 1954, con motivo del Centenario, de nuestra ciudad, leemos: “Por más de cuarenta años, Federico Soarez, sirvió abnegadamente a Chivilcoy. De destacadas condiciones morales, agregaba a ello, una bien plantada estampa, todo lo que predisponía en su favor. El naciente vecindario, advirtió en él, a un conductor excepcional, y le otorgó su confianza, de la que Soarez, nunca abusó”.

Don Federico Soarez, falleció en Buenos Aires, a los 79 años de edad, el 24 de marzo de 1890, y sus restos, descansan en el cementerio porteño de La Recoleta, dentro de la bóveda familiar, del general Miguel Estanislao Soler, guerrero y héroe, de las luchas y campañas bélicas, de nuestra emancipación argentina.

En el mes de noviembre de 1895, el Honorable Concejo Deliberante local, hubo de bautizar, a una de las principales cuatro avenidas, de nuestra ciudad, con el glorioso nombre de Don Federico Soarez, el gran Juez de Paz, de Chivilcoy.

A Don Federico Soarez, por el procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano.

Al volver hacia el pasado, allí, en medio de la pampa, hoy,  puedo encontrar su estampa, de hombre recio y bien templado. Un corazón abnegado, y espíritu muy tenaz, siempre auténtico y capaz, fue en nuestra fecunda historia, un noble bastión de gloria, y un ilustre Juez de Paz.