Reflexión lunfarda: La vida del jubilado, en el país del más de lo mismo…

diciembre 7, 2018 0 Por archivol
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Después de las luces cinematográficas, y el cartón pintado del G20 y la cumbre de líderes mundiales, nuevamente, la realidad, de todos los días, y la patética y dramática situación, de los jubilados argentinos, víctimas de los ínfimos haberes previsionales, la indefensión y el desamparo… Al final, la vida sigue igual… No podemos esperar, resultados distintos, haciendo siempre lo mismo.

Tras apagarse y acallarse, las brillantes luces, las sonoras voces, la escenografía cinematográfica de Hollywood y, todo el particular glamour y aparatosidad teatral, del G. 20, con la cumbre de primeros mandatarios y figuras políticas internacionales, hemos retornado, de pronto, de una manera rápida y abrupta, a la patética e inquietante realidad, de todos los días, y a la dramática y angustiosa situación social, de la clase pasiva, y de nuestros jubilados argentinos. Los estoicos y sufridos jubilados, que en forma cotidiana, padecen las necesidades y privaciones económicas, la marginación social, las incertidumbres, la zozobra, la carencia de expectativas y futuro, la estrechez dineraria, la creciente miseria, las penurias y, el triste y fatal pauperismo. Los pacientes y sumisos jubilados, inocentes víctimas, de los inagotables procesos inflacionarios, las crisis financieras, los ínfimos e irrisorios haberes previsionales, los ajustes y recortes, las cargas y presiones, impositivas y tributarias, la suba de medicamentos y prestaciones médicas y, el tan negativo y penoso efecto, del país y de la sociedad del más de lo mismo, donde no cambia nada, jamás pasa nada, todo queda en la nada, siempre se habla mucho de lo mismo, todos son iguales, todo da lo mismo y, todo termina, inexorablemente siendo, más de lo mismo… El país, trucho y berreta, atado con alambre, muchas veces, indiferente e insensible, ante la clase pasiva, en el que, infortunadamente, siempre pierden y se perjudican, la persona buena, honrada y laboriosa, que trabaja, y los pobres jubilados… Esos jubilados, que a lo largo de muchas décadas, de tenaz e incesante laboriosidad, supieron hacer Patria, de un modo empeñoso e infatigable, con múltiples y agotadores esfuerzos y sacrificios… Esos jubilados, que hoy, merecen, el mayor reconocimiento, consideración y respeto, por su tarea, su obra y su aporte, y no, contrariamente, el desdén, el menosprecio y el olvido… En naciones, de tradición milenaria, como China, los ancianos – fuente de experiencia, consejo y rica sabiduría -, son digno y particular objeto, de honor y profunda veneración, por parte del pueblo y la ciudadanía, que ven en ellos, a reliquias vivientes del pasado. Debemos predicar y sembrar, con el testimonio de nuestra conducta y, el buen ejemplo de vida, y recuperar los principios éticos y los valores morales, humanos y espirituales, como la mentalidad, la plena conciencia y, la sagrada cultura del trabajo. No podemos aguardar resultados distintos, haciendo siempre lo mismo, y los Hombres, al igual que los árboles, se conocen y aprecian, por sus propios frutos. Necesitamos, hoy, más que nunca, volver al camino de la Educación, la Honestidad y el Trabajo, y al aleccionador y hermoso ejemplo, de tantos jubilados, que trabajaron, de un modo pujante e infatigable, en favor del progreso y el bien de nuestra Patria…

El jubilado, por el procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director-organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro correspondiente de la Academia de Folklore de la Provincia de Buenos Aires y la Academia Porteña del Lunfardo.

Yo soy Cacho salame, un jubilado, que la va pichuleando – yeca dura -, con un cuore cachuzo y estrolado, y un buen kilo de bronca y amargura. Laburé hasta morir, todo lo he dado, no me queda, sabés, ni dentadura; y aquí estoy, tan mistongo y olvidado, puchereando la triste mishiadura… Aquí estoy, en la zapie del cotorro, – poco morfi, catrera y lungo atorro -, junto a un gato fané y un viejo rope… Y así puedo tirarla – lucha diaria -, campaneando el balurdo y la malaria, siempre seco y cualunque, sin un sope. Si esto sigue – lo manyo en la croqueta -, yo me mando a mudar, de este planeta, y tomándome el raje, a cualquier parte, me voy para un geriátrico, de Marte.