La trágica muerte, del piloto Jorge Eduardo Farabollini, en la curva de Palemón Huergo (1962).

La trágica muerte, del piloto Jorge Eduardo Farabollini, en la curva de Palemón Huergo (1962).

El automóvil Ford Nº 8 «Ciudad de Pehuajó», de Jorge Eduardo Farabollini, después de aquel fatal accidente registrado en la curva de la localidad rural de Palemón Huergo, el domingo 12 de agosto de 1962.

El domingo 12 de agosto de 1962, durante el desarrollo de una competencia automovilística, de turismo carretera, organizada por el Auto Moto Club, de Junín, con el premio “Eusebio Marcilla”, precisamente, en la curva de la localidad rural de Palemón Huergo, se registró un gravísimo accidente, en el cual, hubo de perder la vida, el joven y destacado piloto, oriundo de la localidad bonaerense de Pehuajó, Jorge Eduardo Farabollini, a los tempranos y malogrados, treinta y tres años de edad. El vehículo Ford (Nro. 8, “Ciudad de Pehuajó), en el que viajaba Farabollini, junto a su acompañante, Horacio Alice, sufrió varios y repetidos vuelcos, quedando, prácticamente destruido. El piloto, en estado crítico, presentando una muy seria y tremenda herida, en la zona del cráneo, con un cuadro de hundimiento y abertura del parietal derecho, fue trasladado, casi de inmediato, en un Jeep, a cargo de los vecinos, Jorge Santiago Zunino y Coco Gardella, por la ruta provincial Nro. 30, y luego, la avenida De Tomaso, al Instituto Médico del Oeste (I.M.O.), donde recibió, las primeras atenciones médicas. En el camino, hubo de observarse, un conjunto de tanques de guerra, debidamente formados, pues en aquel momento, desde el ángulo institucional, a nivel castrense, entre dos sectores del Ejército, se había desencadenado, un conflicto militar, conocido en la historia, como “la lucha de Azules y Colorados”. Después, ante la complejidad del panorama clínico del paciente, se resolvió trasladarlo en avión, hacia Buenos Aires, para intentar la salvación, de dicho volante. En una ambulancia, lo transportaron hasta el aeródromo del Aero Club de Chivilcoy, pero infortunadamente, falleció en la propia ambulancia, antes de subir al avión, que lo llevaría a la Capital Federal. En horas de la tarde, de aquel aciago y luctuoso domingo 12 de agosto de 1962, los restos del piloto, Jorge Eduardo Farabollini, arribaron a su ciudad natal, Pehuajó, donde fueron velados, en medio de una enorme y profunda consternación popular y general, de todo el vecindario. Muchas casas de comercio, cerraron sus puertas, en señal de duelo, y en el sepelio, hubo de participar, una gigantesca muchedumbre, que acompañó el féretro, hasta el cementerio local; siendo depositado el ataúd, en una bóveda familiar. El acompañante de Farabollini, Horacio Alice, sufrió importantes lesiones, en una de sus piernas, la cual, le fuera luego, amputada. Debemos puntualizar que, Jorge Eduardo Farabollini, había nacido, el 19 de abril de 1929, en el hogar de Don Nazareno Farabollini y de Doña Anunciada Carnevali. De una significativa y meritoria carrera deportiva, dentro del campo del automovilismo y la categoría “Turismo Carretera”, Farabollini, debutó en la “Vuelta de Olavarría”, el 24 de febrero de 1957; participó, en unas cuarenta y siete competencias y, obtuvo la victoriosa clasificación del primer puesto, gozando el triunfo, del 30 de abril de 1961, en la “Vuelta de Arrecifes”. En el lugar del accidente, en la zona geográfica, de la localidad de Palemón Huergo, años más tarde, se inauguró un “Monolito” recordatorio. En septiembre de 2012, el estudioso y destacado periodista, escritor e investigador, oriundo de la ciudad de Pehuajó, Roberto Francisco Rodríguez, editó el interesante e ilustrativo libro “Medio siglo sin el Gringo, Tributo a Jorge Farabollini”, un excelente y apreciable trabajo de rescate histórico, donde se incluye el valioso testimonio, del caracterizado y prestigioso vecino de Palemón Huergo, Derlis Norberto Roger,-testigo presencial del accidente -, quien hubo de facilitarlos, el citado volumen de Rodríguez, para la redacción, de la presente nota evocativa.

Corazón tuerca, por Carlos Armando Costanzo.

Corazón tuerca, nervio palpitante, que se estremece, siempre fervoroso, y pleno de esperanzas y hondo gozo, vive toda carrera, desbordante. Corazón, que está alegre y rebosante, en circuitos y boxes, sin reposo; y que sueña, tenaz y vigoroso, una final veloz y palpitante… Temple, lucha, pasión y gran desvelo, energía, coraje y mucho anhelo, fierros, pistas, hazañas, rica historia… Corazón tuerca y fiel – ritmo y latido -, que se agita y que baja, conmovido, la bandera feliz de la victoria.

Canto al corredor de automóviles, por el procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano.

Corredor entusiasta y valeroso, del coraje profundo y ejemplar, el espíritu siempre vigoroso, y un constante deseo de triunfar. Corredor de inquietudes persistentes, – dura fibra y un tierno corazón -, que a través de los nobles fierros, sientes, tu genuina y tan honda vocación. Corredor del trabajo y la paciencia, el esfuerzo y la gran tenacidad, que en las pistas de cada competencia, bien reflejas, tu firme voluntad. Yo le canto, de un modo emocionado, a tu temple especial de corredor; tu esperanza, tu empeño apasionado, tu optimismo y tu cálido fervor. Yo le canto, a tu audacia deportiva, tu desvelo incansable, en el taller; tu labor de piloto, fiel y activa, y tus íntimas ganas de vencer. Yo le canto, a tu máquina querida, – aquel auto veloz y muy leal -, compañero en las horas, de partida, y en la curva, del tramo ya final… Corredor – vida sana y tesonera -, exponente de luchas e ilusión, hoy, mis versos, te bajan la bandera, consagrando tus sueños de Campeón.

 

La trágica muerte, del piloto Jorge Eduardo Farabollini, en la curva de Palemón Huergo (1962).

La trágica muerte, del piloto Jorge Eduardo Farabollini, en la curva de Palemón Huergo (1962).

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El automóvil Ford Nº 8 «Ciudad de Pehuajó», de Jorge Eduardo Farabollini, después de aquel fatal accidente registrado en la curva de la localidad rural de Palemón Huergo, el domingo 12 de agosto de 1962.

El domingo 12 de agosto de 1962, durante el desarrollo de una competencia automovilística, de turismo carretera, organizada por el Auto Moto Club, de Junín, con el premio “Eusebio Marcilla”, precisamente, en la curva de la localidad rural de Palemón Huergo, se registró un gravísimo accidente, en el cual, hubo de perder la vida, el joven y destacado piloto, oriundo de la localidad bonaerense de Pehuajó, Jorge Eduardo Farabollini, a los tempranos y malogrados, treinta y tres años de edad. El vehículo Ford (Nro. 8, “Ciudad de Pehuajó), en el que viajaba Farabollini, junto a su acompañante, Horacio Alice, sufrió varios y repetidos vuelcos, quedando, prácticamente destruido. El piloto, en estado crítico, presentando una muy seria y tremenda herida, en la zona del cráneo, con un cuadro de hundimiento y abertura del parietal derecho, fue trasladado, casi de inmediato, en un Jeep, a cargo de los vecinos, Jorge Santiago Zunino y Coco Gardella, por la ruta provincial Nro. 30, y luego, la avenida De Tomaso, al Instituto Médico del Oeste (I.M.O.), donde recibió, las primeras atenciones médicas. En el camino, hubo de observarse, un conjunto de tanques de guerra, debidamente formados, pues en aquel momento, desde el ángulo institucional, a nivel castrense, entre dos sectores del Ejército, se había desencadenado, un conflicto militar, conocido en la historia, como “la lucha de Azules y Colorados”. Después, ante la complejidad del panorama clínico del paciente, se resolvió trasladarlo en avión, hacia Buenos Aires, para intentar la salvación, de dicho volante. En una ambulancia, lo transportaron hasta el aeródromo del Aero Club de Chivilcoy, pero infortunadamente, falleció en la propia ambulancia, antes de subir al avión, que lo llevaría a la Capital Federal. En horas de la tarde, de aquel aciago y luctuoso domingo 12 de agosto de 1962, los restos del piloto, Jorge Eduardo Farabollini, arribaron a su ciudad natal, Pehuajó, donde fueron velados, en medio de una enorme y profunda consternación popular y general, de todo el vecindario. Muchas casas de comercio, cerraron sus puertas, en señal de duelo, y en el sepelio, hubo de participar, una gigantesca muchedumbre, que acompañó el féretro, hasta el cementerio local; siendo depositado el ataúd, en una bóveda familiar. El acompañante de Farabollini, Horacio Alice, sufrió importantes lesiones, en una de sus piernas, la cual, le fuera luego, amputada. Debemos puntualizar que, Jorge Eduardo Farabollini, había nacido, el 19 de abril de 1929, en el hogar de Don Nazareno Farabollini y de Doña Anunciada Carnevali. De una significativa y meritoria carrera deportiva, dentro del campo del automovilismo y la categoría “Turismo Carretera”, Farabollini, debutó en la “Vuelta de Olavarría”, el 24 de febrero de 1957; participó, en unas cuarenta y siete competencias y, obtuvo la victoriosa clasificación del primer puesto, gozando el triunfo, del 30 de abril de 1961, en la “Vuelta de Arrecifes”. En el lugar del accidente, en la zona geográfica, de la localidad de Palemón Huergo, años más tarde, se inauguró un “Monolito” recordatorio. En septiembre de 2012, el estudioso y destacado periodista, escritor e investigador, oriundo de la ciudad de Pehuajó, Roberto Francisco Rodríguez, editó el interesante e ilustrativo libro “Medio siglo sin el Gringo, Tributo a Jorge Farabollini”, un excelente y apreciable trabajo de rescate histórico, donde se incluye el valioso testimonio, del caracterizado y prestigioso vecino de Palemón Huergo, Derlis Norberto Roger,-testigo presencial del accidente -, quien hubo de facilitarlos, el citado volumen de Rodríguez, para la redacción, de la presente nota evocativa.

Corazón tuerca, por Carlos Armando Costanzo.

Corazón tuerca, nervio palpitante, que se estremece, siempre fervoroso, y pleno de esperanzas y hondo gozo, vive toda carrera, desbordante. Corazón, que está alegre y rebosante, en circuitos y boxes, sin reposo; y que sueña, tenaz y vigoroso, una final veloz y palpitante… Temple, lucha, pasión y gran desvelo, energía, coraje y mucho anhelo, fierros, pistas, hazañas, rica historia… Corazón tuerca y fiel – ritmo y latido -, que se agita y que baja, conmovido, la bandera feliz de la victoria.

Canto al corredor de automóviles, por el procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano.

Corredor entusiasta y valeroso, del coraje profundo y ejemplar, el espíritu siempre vigoroso, y un constante deseo de triunfar. Corredor de inquietudes persistentes, – dura fibra y un tierno corazón -, que a través de los nobles fierros, sientes, tu genuina y tan honda vocación. Corredor del trabajo y la paciencia, el esfuerzo y la gran tenacidad, que en las pistas de cada competencia, bien reflejas, tu firme voluntad. Yo le canto, de un modo emocionado, a tu temple especial de corredor; tu esperanza, tu empeño apasionado, tu optimismo y tu cálido fervor. Yo le canto, a tu audacia deportiva, tu desvelo incansable, en el taller; tu labor de piloto, fiel y activa, y tus íntimas ganas de vencer. Yo le canto, a tu máquina querida, – aquel auto veloz y muy leal -, compañero en las horas, de partida, y en la curva, del tramo ya final… Corredor – vida sana y tesonera -, exponente de luchas e ilusión, hoy, mis versos, te bajan la bandera, consagrando tus sueños de Campeón.