Mis 36 años con el Lunfardo: Yo la vengo cinchando…

Mis 36 años con el Lunfardo: Yo la vengo cinchando…

enero 24, 2023 Desactivado Por archivol
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Una labor poética, que se inició, a partir de un grave y recordado episodio policial, acaecido en Chivilcoy, la trágica noche veraniega, del 14 de enero de 1987.

Las sabias y profundas enseñanzas, que me ha dejado el Lunfardo, a lo largo de 36 años: Esta Argentina que, se transformó en el país del siempre lo mismo y el más de lo mismo, donde los chantas y chorros no pretenden cambiar nunca nada, pues su gran curro y negocio, reside precisamente, en que todo siempre siga, igual o peor de lo que está… Esta Argentina vacía de contenido, sin presente, porvenir, salida ni destino, que no nos lleva ni conduce a ninguna parte… 

Se han cumplido 36 años, del comienzo de mi humilde y sostenida labor poética, en el campo del Lunfardo, la cual, se inició a partir de un grave y aún recordado episodio policial, acaecido, aquí, en nuestra ciudad, la trágica noche veraniega, del 14 de enero 1987, alrededor de las 22 horas, sobre la calle Hipólito Yrigoyen – apenas, a unas dos cuadras de mi domicilio -, entre las arterias Viedma y Rodríguez Peña. En dicho episodio, una persona joven, de 32 años de edad, acusada de cometer varios hechos delictivos, fue abatida, después de un recio y violento tiroteo, por las fuerzas del orden. El Lunfardo, es una jerga de índole popular, que constituye un repertorio léxico o un vocabulario, integrado por términos o palabras, los cuales ingresaron a nuestro país mediante las distintas corrientes inmigratorias: italiana, francesa, española y portuguesa; incorporándose después, al habla cotidiana y el lenguaje coloquial de los argentinos. El 21 de diciembre de 1962, se fundó la Academia Porteña del Lunfardo, cuyo lema expresa: “El pueblo agranda el idioma”, y desde el año 2000, cada 5 de septiembre, se celebra el Día de Lunfardo, en recordación de la aparición gráfica del libro “Lunfardía”, perteneciente al erudito y prestigioso investigador, crítico, ensayista, periodista, escritor, poeta y hombre de la cultura nacional, José Gobello (1919 – 2013), principal fundador, artífice, propulsor, animador y, secretario y presidente de la Academia Porteña del Lunfardo, sita en la calle Estados Unidos Nro. 1379, de la ciudad autónoma de Buenos Aires.

El Lunfardo, me ha dejado, a lo largo de 36 años transcurridos, una serie de sabias, profundas y aleccionadoras enseñanzas, directa y estrechamente ligadas a la realidad actual del país. Me enseñó que, vivimos desde hace ya, muy prolongado tiempo, en la Argentina del siempre lo mismo y el más de lo mismo, donde no cambia nada, nunca pasa nada, todo queda judicialmente en la nada, siempre se habla mucho de lo mismo, todo resulta igual, toda da lo mismo y, todo termina, fatal e inexorablemente siendo, siempre lo mismo y más, más de lo mismo… No podemos aguardar resultados distintos, haciendo siempre lo mismo, y los pueblos que olvidan su pasado, están condenados a repetirlo… Me enseñó que, en la actual Argentina, se impuso el modelo o esquema moral, social, laboral y cultural, de un país que nivela e iguala hacia abajo, con ignorancia, incultura, analfabetismo, marginación, pavada, banalidad, frivolidad, indiferencia, vulgaridad, mediocridad, penurias, pauperismo y, una triste miseria, cautiva o dependiente…

Me enseñó que, en la Argentina actual, triunfan los chantas, los chorros y los que viven de arriba, pero pierden, se perjudican, se empobrecen y hasta se funden, los laburantes y giles, y los ciudadanos buenos, nobles, honrados y decentes, que trabajan, luchan, se esfuerzan, se sacrifican y, pagan los ajustes económicos, gravámenes, impuestos y obligaciones fiscales y tributarias.  Me enseñó que, los chantas de siempre, engrupen o engañan, distraen, entretienen, confunden y envuelven, cada día, a la gilada mersa y tilinga, con una pantalla periodística y televisiva, y una cortina de humo diferentes, mientras transcurren las distintas jornadas, las semanas, los meses, los años, las décadas y, nuestra propia existencia; no cambia nunca nada y, todo sigue igual o peor de lo que está; pues allí reside el gran curro o negocio de los chantas, para mantener y conservar sus privilegios, prebendas y beneficios: qué nunca cambie nada y, todo siga siempre como está… Puro, total y absoluto gatopardismo: “Hay que cambiarlo todo, para que nada cambie”.  

Me enseñó que, los chantas de siempre (entongados todos ellos, aunque simulen ser adversarios, rivales u opositores: entre bomberos no se pisan nunca la manguera, ni se adivinan y tiran la suerte, entre gitanos), alientan como principal propósito u objetivo, engrupir o engañar a la gilada; que transcurra el tiempo, y que todo prosiga siempre, igual o peor de lo que está… Si la sociedad, acepta, tolera y se banca esas circunstancias, en una actitud de mansa, paciente, pasiva y silenciosa resignación conformista, está todo bien, y todo sigue como está… La cuestión no reside en el agravamiento de la situación general, sino en la aceptación de la sociedad. Mientras la sociedad acepte esta patética realidad, todo continuará así, en el curso de los años futuros. No podemos aguardar resultados distintos, haciendo siempre, siempre, siempre lo mismo… Me enseñó que, los chorros y chantas, destruyeron y mataron los principios y valores, la ética, la conciencia moral, la verdad, la justicia, la honestidad, la educación y la enseñanza, los genuinos méritos y, la sagrada y sublime cultura y escuela del trabajo…; destruyeron y mataron la fe, la ilusión, la alegría y, las ganas de vivir, trabajar, estudiar, progresar, avanzar y soñar… Sólo nos queda el nostálgico y añorado recuerdo de la Argentina que fue, la Argentina perdida…

Me enseñó que, debemos predicar y sembrar, con el testimonio de nuestra conducta y el buen ejemplo, porque los Hombres al igual que los árboles, se conocen y aprecian por sus propios frutos. El edificante y convicente ejemplo, más allá, de las vanas y meras palabras, la superflua apariencia de los caretas y vendedores de imagen, el cartón pintado, el pescado podrido y, los brillantes y engañosos espejitos de colores… Qué no nos engrupan, los chantas de siempre…

Me enseñó que, debemos – hoy, más que nunca -, recuperar el luminoso y esperanzado camino de los principios y valores, la educación, la honestidad, las motivaciones, las expectativas y perspectivas, el crecimiento, el progreso, el desarrollo y, la tan fundamental cultura del trabajo; recobrando, entonces, la espontánea y fresca alegría y, el hondo y hermoso sentido de la vida.

Yo la vengo cinchando, por el procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro correspondiente de la Academia de Folklore de la provincia de Buenos Aires y la Academia Porteña del Lunfardo. Yo la vengo cinchando, de hace rato, / con profunda pulenta – siempre el mismo -, / y de un modo mistongo, aquí les bato / un mensaje de amor, fe y optimismo. / Yo la vengo cinchando, colifato, / sin tener un cachito de egoísmo; / más allá del afano, el turbio fato, / curros, tongos, bajón y pesimismo… / Aunque el chorro no esté nunca en gayola, / nos engrupa la voz del tipo chanta, / y el país ande a obscuras y al revés…, / yo chamuyo en lunfardo, mi parola, / y mi humilde bandera se levanta, / proclamando el laburo y la honradez. / Yo la vengo cinchando, desde lejos, / con mis luchas, mis fieros sinsabores; / el ejemplo más posta de mis viejos, / mi canyengue sentir y mis valores. / Y al final del camino, che, salute, / carburé la enseñanza tan querida: / conservar la alegría más debute, / y encontrarle un sentido a nuestra vida.