Presentación de la «Protesta de los trescientos labradores» (1854).

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El 22 de mayo de 1854, un importante conjunto de unos trescientos labriegos, de nuestra región geográfica chivilcoyana, del oeste bonaerense, encabezados por la ilustre figura fundacional, de Don Manuel Villarino, se dirigieron, mediante un enérgico y vibrante escrito – redactado, de puño y letra, por el propio Villarino -, a la Honorable Sala de Representantes, de la provincia de Buenos Aires, con el propósito de formular un petitorio colectivo; reclamando la sanción de una ley, que autorizara la venta de las tierras, que ellos ocupaban, o la posibilidad, de que les fueran arrendadas o entregadas en alquiler, por parte del gobierno provincial. Dicho suceso, de particular significación, en los anales lugareños, se ha conocido con el expresivo nombre de la “Protesta de los trescientos labradores”, los cuales, de un manera noble y legítima, exigían el digno y justo derecho de ser propietarios o dueños, de las tierras, hectáreas y superficies de campo, que ellos mismos, con gran tesón, largos esfuerzos y múltiples sacrificios, día a día, trabajaban. En aquel momento, la vasta extensión de nuestro distrito de Chivilcoy, equivalente a unas ochenta leguas cuadradas, se hallaba en manos de veintiocho terratenientes, beneficiados por la antigua Ley de Enfiteusis, de Bernardino Rivadavia, y las concesiones gratuitas, efectuadas por Don Juan Manuel de Rosas, a jefes castrenses y oficiales de su ejército y fuerzas militares, denominadas “Boletos de Premio”. Este panorama de amplios latifundios, y de un verdadero régimen feudal, hubo de suscitar la vehemente reacción de aquellos valerosos trescientos labradores chivilcoyanos, quienes sentaron, sin dudas, un singular y extraordinario precedente, en las mejores páginas y capítulos, de la historia agraria de nuestro país. Unos pocos años más tarde, el 13 de octubre de 1857, por una feliz iniciativa de Don Domingo Faustino Sarmiento, que ocupaba una banca de senador, la Legislatura de la provincia de Buenos Aires, sancionó la “Ley de Tierras del Partido de Chivilcoy”; la cual, permitía la subdivisión y la venta de las tierras públicas, de nuestro distrito. Habría de extinguirse así, el malsano y pernicioso sistema del latifundio; haciéndose entonces realidad, el promocionado y famoso lema, de los tiempos del primer gobierno justicialista, del general Juan Domingo Perón: “La tierra debe ser, para el que la trabaja”.