Recordando a dos olvidados fundadores de Chivilcoy: Don Ángel Grego y Don Rafael Becerra

Recordando a dos olvidados fundadores de Chivilcoy: Don Ángel Grego y Don Rafael Becerra

marzo 10, 2020 0 Por archivol
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El sentido recuerdo, de dos ilustres y ya olvidados pioneros, fundadores y gloriosos forjadores, de nuestra ciudad de Chivilcoy, la hermosa «Perla del Oeste»: Don Rafael Becerra (1810-1863) y Don Ángel Grego (1820-1885). Sus nombres, los encontramos en la cara frontal del gran monumento a los fundadores, inaugurado en la plaza principal 25 de Mayo, el 22 de octubre de 1955.

La página evocativa de la fecha, la destinaremos a rescatar, seguramente del completo desconocimiento, el largo silencio y, el gris y penoso olvido, las figuras de dos nobles y laboriosos fundadores de nuestra ciudad, quienes participaron, de un modo férreo y decidido, en aquella histórica y tan memorable jornada del domingo 22 de octubre de 1854; firmaron el acta de nacimiento de Chivilcoy, redactada por Don Manuel Villarino, y con posterioridad, hubieron de brindar su espontánea y generosa cooperación, para el promisorio desarrollo y el auspicioso avance progresista, del nuevo pueblo, que asomaba, pujante y florido,  en medio de la verde y fecunda llanura agrícola, de esta entrañable región geográfica del oeste bonaerense. Nos estamos refiriendo a Don Ángel Grego y Don Rafael Becerra, cuyos ilustres y venerables nombres, podemos encontrar, grabados e inscriptos sobre el mármol, en la cara frontal del siempre imponente y majestuoso Monumento a los Fundadores de Chivilcoy, que se levanta en la plaza principal 25 de Mayo, y que fuera inaugurado, para el 101 aniversario, de nuestra ciudad, el sábado 22 de octubre de 1955.

Don Ángel Grego, un inmigrante de nacionalidad italiana, vio la luz en la ciudad portuaria de Génova, hacia 1820 – en este 2020, se cumplen los doscientos años de su natalicio -, y siendo todavía un adolescente, de apenas dieciséis años, en 1836, resolvió efectuar un viaje a la Argentina, y arribó luego a Chivilcoy, donde lo esperaba Don Federico Soarez – uno de los gloriosos pioneros y principales fundadores, artífices y propulsores, de nuestra ciudad -, quien era un franco y sincero amigo personal, de su padre. Llegó portando una carta para Don Federico Soarez, y en forma casi inmediata, comenzó a desempeñarse junto a éste, llevando a cabo diferentes faenas, directa y estrechamente ligadas al cultivo, los surcos, el arado, las espigas de trigo y la agricultura. En una significativa y valiosa publicación, del Centro de Amistad y Cultura “Chivilcoy” (residentes chivilcoyanos en Buenos Aires), que apareció el 22 de octubre de 1954, con motivo de la jubilosa y trascedente celebración del centenario de nuestra ciudad, respecto de Don Ángel Grego, leeemos: “Con una carta para el que llegaría a ser benemérito fundador, llega en 1836, aproximadamente, a Chivilcoy. Empieza a trabajar al lado de Don Federico Soarez, en las tierras que poseía éste lindando con las de Dob Félix García. Hacia el noroeste de la hoy plaza principal, en casa que fue más tarde de la familia del padre Manuel Badano (donde funcionó el Colegio Nacional “José Hernández”), Don Federico Soarez tenía la población de su chacra. Grego se dedicó sobre todo a tareas agrícolas. Las tierras del parque actual (plaza 25 de Mayo), fueron rubricadas por su arado, años antes de la fundación, y se vio allí ondular a los trigales”. Don Ángel Grego, fue uno de los activos firmantes del acta fundacional del 22 de octubre de 1854; brindó su magnánima colaboración, para los trabajos de construcción, de la primitiva capilla del pueblo; intervino en diferentes comisiones y movimientos vecinales, con un edificante propósito de  engrandecimiento y mejor porvenir de Chivilcoy, y participó en la tenaz y valerosa Protesta del 6 de septiembre de 1878, que realizaron los chivilcoyanos, contra el avasallamiento y la supresión de las autonomías municipales, por parte del gobierno de la provincia de Buenos Aires. Don Ángel Grego, quien a lo largo de la existencia, se caracterizó por su conducta recta y proba, su honestidad y bien demostrada laboriosidad – todo un aleccionador y bello ejemplo de trabajo, fiel y honrado -, falleció en Chivilcoy, en 1885, y sus restos reposan dentro de una bóveda familiar, en el cementerio porteño de La Recoleta.

Don Rafael Becerra, de origen puntano, nació en la provincia de San Luis, hacia 1810 – el año de la ansiada libertad y el luminoso y esperanzado amanecer de nuestra Patria -, en el hogar de una devota familia, de auténticos y profundos principios y valores cristianos, clara formación católica y, puros y elevados sentimientos evangélicos. En plena juventud, decidió abandonar su terruño natal, comenzando a transitar diferentes caminos del país, hasta que, finalmente, hubo de arribar a la zona geográfica de Chivilcoy, donde contrajo matrimonio con Doña Petrona Mallán; constituyó su familia, y desarrolló, de un modo límpido y honesto, distintas actividades. En la revista del Centro de Amistad y Cultura “Chivilcoy”, publicada el 22 de octubre de 1954, acerca de la vida y la trayectoria de Don Rafael Becerra, se puntualiza: “Se casa con Doña Petrona Mallán y este hombre acostumbrado a despertar todos los días ante un nuevo panorama en su misión de apóstol seglar, sienta reales en nuestro partido y forma una familia numerosa; se olvida de sus extensos campos de Villa Mercedes de San Luis, que en su lirismo, los pierde para él y sus descendientes, Contribuye con su esfuerzo y su peculio para levantar la iglesia primitiva, y luego firma el acta de fundación del pueblo, el 22 de octubre de 1854. La autoridad le reconoce sus méritos y le dona un lote en la traza del ejido, donde edifica su propia casa”. Hombre de vida humilde y austera, que supo de los empeñosos esfuerzos, los arduos sacrificios, el hondo y verdadero amor hacia su prójimo y, la simple modestia y pobreza cristianas, Don Rafael Becerra, dejó de existir en Chivilcoy, en 1863. Tiempo después de su fallecimiento, la viuda, Doña Petrona Mallán, hubo de gestionar ante las autoridades municipales, la escrituración del terreno, donado por la comuna, y así le fue otorgado el respectivo título de dominio, por el ilustre notario Don Carlos Augusto Fajardo (1830 – 1920), primer escribano público, de nuestra ciudad.

En el mes de octubre de 1970, bajo la administración del intendente municipal, ingeniero José María Ferro, se impusieron los nombres de Ángel Grego y Rafael Becerra, a las calles Nros 74 y 108 de Chivilcoy, justiciero y merecido homenaje a dos abnegados y beneméritos pioneros y fundadores, de nuestra hermosa y entrañable “Perla del Oeste”.

Los viejos fundadores, por el procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano.

A los viejos fundadores, evocarlos, he querido, trayéndolos del olvido, con sus recuerdos mejores. Hombres siempre luchadores, de trabajo, hazañay gloria, que en toda su trayectoria – fuerza, pasión, voluntad – forjaron nuestra ciudad, y hoy viven, en nuestra historia.