Reflexión lunfarda: El chorro del ispa (Del país).

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clemenciaEl chorro o ladrón, sin dudas, constituye uno de los personajes más típicos y pintorescos del lunfardo, cuyos orígenes idiomáticos, según algunas líneas de investigación y, versiones históricas, se encuentran, directa y estrechamente ligados, con el turbio y obscuro submundo del hampa, la mala vida y el delito; caracterizándolo así, como un lenguaje de los ámbitos policiales y carcelarios. Consultando las páginas de un diccionario lunfardesco, podemos encontrarnos, con numerosos términos o vocablos, que hacen referencia o alusión, a la figura del ladrón, bandido o malhechor. Citaremos ahora, entre otras, las palabras: Afanancio, achacador, caloteador, chacador, cartón junado, cuatrero, culatero, descuidista, escruchante, furquero, granfiña, lancero, madruguista, mechera, peticero, punguista, ranfiña, raspa, rastriyo, santero, shacador, sotanero, tonadiyero y yavero. El chorro, abunda o pulula, en los más diversos estratos o esferas de nuestra sociedad contemporánea; conquistando, en algunas ocasiones u oportunidades, no obstante su carencia de méritos individuales y su frondoso prontuario, sitios de relevancia y encumbradas posiciones públicas, que lo transforman en un individuo ganador o exitoso, colmado de fortuna, lujos, suntuosidad, esplendor, riqueza, notoriedad y despilfarro. El chorro, triunfador y famoso, frente a tantas personas buenas, honradas y laboriosas, que trabajan y luchan, abnegada y esforzadamente, cada día, y que sufren en la marginación, la pobreza y el silencio, las crisis financieras, las cargas tributarias y los ajustes económicos; como tristes perdedoras, de una realidad, muchas veces, agresiva, cruel, deshumanizada y deprimente. Una estructura social, con impunidad y corrupción, sin justicia ni un adecuado sistema de premios y castigos; sin la cultura del trabajo y del estudio; sin ningún proyecto de existencia;  sin educación, nivelando o igualando, sólo hacia abajo, con una ausencia total, de resultados concretos y positivos, y sin principios éticos ni valores morales, patrióticos y espirituales; indudablemente, no tiene ningún futuro, ni tampoco, un feliz y halagüeño destino… Los hombres, al igual que los árboles, se conocen y aprecian por sus frutos. Quiera Dios que, la próxima celebración del Bicentenario, de la gloriosa Independencia Nacional, declarada en San Miguel de Tucumán, aquel histórico martes 9 de Julio de 1816, nos invite a una profunda y sincera reflexión, sobre el presente y el  porvenir argentinos, y nos lleve a recobrar la conciencia cívica, el sentido republicano, las virtudes del trabajo, la honestidad y la rectitud ciudadana y, el amor hacia la Patria y el suelo nativo; predicando y sembrando siempre, con el buen y aleccionador ejemplo de nuestra propia conducta.

 Con tu sello pintón, de todo un chorro, te remanyo a los lejos, asaltante, y al junarte, me tomo un lindo espiante, o de un modo especial, pido socorro. No te quiero bancar, y bien, te borro, porque soy un mistongo laburante, y el ispa te afanaste, che, atorrante, malandrín, chantapufi y viejo zorro… Te remanyo a lo lejos, muy canchero, con tu facha de piola y canfinflero, tu ambición por la guita – buena mano -… y sé bien, que en cualquier comisaría, quedarás, con tu flor de biografía, como un rey un gran capo del afano. Por eso, si te ficho en la vedera, me rajo, en un segundo, horrorizado, previendo así el choreo, ya cantado, del reloj, la mochila y la campera.

Carlos Armando Costanzo, fundador y director organizador del Archivo Literario Municipal y del Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro académico correspondiente de la Academia Porteña del Lunfardo.