Reflexión lunfarda: La figura de Jesús, el Salvador.

Reflexión lunfarda: La figura de Jesús, el Salvador.

abril 4, 2018 0 Por archivol
Compartir

Nuestro Señor Jesucristo, el sublime Redentor del Mundo, quien, en las sabias y bellas enseñanzas del Evangelio, nos dijo, con un sentido aleccionador y profundo: «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros, con vestidos de ovejas, y por dentro, son lobos rapaces: Por sus frutos, los conoceréis». Los Hombres, entonces, al igual que los árboles, se conocen por sus propios frutos. Debemos predicar y sembrar, con el testimonio de la recta conducta, nuestras obras y el buen ejemplo de vida. Lo demás, son meras y vanas palabras, carentes de valor y todo contenido…

La solemne conmemoración de la Semana Santa, que de un modo claro y expresivo, nos recuerda la Pasión, Muerte y Resurrección, de Nuestro Señor, nos aproxima hoy, a la divina y sublime figura de Jesús, con todo su inmenso amor fraterno, hacia el prójimo, su gran y elevada sabiduría, de auténtico maestro, su generosa y sin par entrega redentora y, su maravilloso y bello mensaje de libertad, igualdad y hermandad universales. Jesús, el Mesías Salvador, que a través de su profunda y extraordinaria doctrina evangélica, subrayaba y puntualizaba: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”; “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, y por dentro, son lobos rapaces: Por sus frutos los conoceréis”; “Dejad a los niños, venir a mí, y no se lo impidáis, pues de los tales, es el Reino de los Cielos”; “Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”; “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”; “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”; “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos De Dios”; “Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios”, y “Yo soy Rey, yo para esto he nacido y venido al mundo, para dar testimonio de la verdad: Todo aquel que es de la verdad, escucha mi voz”. Jesús, quien llegó al mundo, en el simple y humilde pesebre de Belén, y murió, de la manera más atroz y despiadada, en el obscuro y cruel Calvario del Gólgota. Jesús, que resucitó, desde el pétreo sepulcro, lleno de esplendor y gloria, para la salvación de la humanidad pecaminosa. Jesús, que curó al leproso y al paralítico, resucitó a Lázaro y a la hija de Jairo, multiplicó los panes, combatió a los fariseos y publicanos, y expulsó a los mercaderes del templo. Jesús, junto a sus doce apóstoles, su constante prédica, en el templo, las calles y los montes, la entrada triunfal en Jerusalén, la última cena, el huerto de los olivos, Caifás, Pilatos, la implacable sentencia del sanedrín, y la perfidia o traición de Judas Iscariote…Jesús, con todas sus parábolas, lecciones y enseñanzas, sus admirables milagros, su clemente palabra, de tierno y dulce perdón y, su intensa y radiante luz, en medio de la tétrica noche del tiempo y las sombras de los siglos… Hoy, más que nunca, debemos volver o retornar, a la figura y el ejemplo rector y vivo de Jesús, recuperando los valores morales, humanos y espirituales, del Evangelio: El amor, la humildad, la paz, la vocación de servicio, la justicia, la honestidad, la nobleza, la abnegación, la solidaridad…

Jesús Crucificado, por el procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director-organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro correspondiente, de la Academia de Folklore de la Provincia de Buenos Aires y la Academia Porteña del Lunfardo.

Yo te juno, Jesús crucificado, en el fiero Calvario, todavía, con tu lungo dolor y tu agonía, tu malaria y tu rostro ensangrentado. Yo te juno, solari y estrolado, ya forfai, sin ninguna compañía, soportando la negra fulería, de ese yugo del mal y del pecado… Yo te juno, en el tipo desvalido, en cualquier cusifai, pobre y sufrido, en aquellos que cinchan… – fe y confianza -. Y me copan el cuore, tu coraje, tu chamuyo debute y tu mensaje, de hermandad, amor posta y esperanza. Che, Jesús, capo y rey, de todo el Cielo, que te siento, sabés, como un gomía, con tu lunga bondad, de cada día, y tu dulce parola, sin camelo. Dame ahora, tu espíritu fratelo, tu perdón y tu posta compañía; tu sonrisa banana, tu alegría, y tu mano pulenta, de consuelo… Dame un cacho fetén de tu enseñanza, tu Evangelio debute, de esperanza, tu presencia canchera y tan querida… Y que nunca me raje – fiel destino -, de tu facha sublime y tu camino, tu camino de amor y eterna vida.