El jubilado argentino, condenado a la miseria…
Un país que no valora, defiende, protege, salvaguarda, honra y venera a la tercera edad, los jubilados y los mayores, considerándolos, ante todo, aleccionadores y gloriosos ejemplos de vida; es un país indigno, vil y corrompido, cuya sociedad no tendrá nunca presente, porvenir ni destino…
La triste y tan penosa historia del jubilado argentino, condenado a la estrechez económica, las penurias, la adversidad, la zozobra, la falta de expectativas, la incertidumbre del futuro y, la angustiosa y desoladora miseria…
La triste y tan penosa historia del jubilado argentino, después de una vida laboriosa y sacrificada que, durante décadas y décadas, se consagró al trabajo, con espíritu de lucha, tenacidad, empeño y cientos y cientos, de largos y sostenidos esfuerzos…
La triste y tan penosa historia del jubilado argentino, en el país de los gigantescos y astronómicos beneficios previsionales de privilegio, los cuales jamás habrán de ser derogados, porque entre bomberos no se pisan la manguera y, aunque algunos, falsamente, simulen una postura de adversarios irreconciliables o acérrimos opositores, detrás del escenario y la tribuna, son todos socios y amigos, para que no cambie nada y todo siga como está…
La triste y tan penosa historia del jubilado argentino, en el país de las promesas truchas, el afano, la degradación, la decadencia, la podredumbre moral y, el total y absoluto chanterío, donde se anuncian cambios y transformaciones rimbombantes y espectaculares, pero en el campo de la realidad cotidiana y los resultados visibles y concretos, todo sigue como está…
La triste y tan penosa historia del jubilado argentino, padeciendo su doloroso y patético drama, sin tener acceso a una existencia grata decorosa, de bienestar, dicha y sosiego, que justa y merecidamente hubiera recompensado su trabajo, sus sacrificios y sus luchas, después de tantos y tantos años, haciendo la patria nuestra de cada día…
La triste y tan penosa historia del jubilado argentino, víctima de los chantas, los chorros y los vulgares vendedores de imagen, de siempre, que lo embaucan o engrupen con frivolidades, pavadas y cortinas de humo televisivas, para entretenerlo y anestesiarlo; mientras van transcurriendo el tiempo; se extingue la pobre vida del jubilado y, en definitiva, no cambia nunca nada y, todo sigue siempre como está…
La triste y tan penosa historia del jubilado argentino, en el país donde ganan los chantas y los chorros, pero pierden y se empobrecen las personas buenas, honradas y decentes, que luchan y laburan; el país del engaño y el camelo, donde no hay premios ni castigos, y suele resultar lo mismo, ser instruido o analfabeto, honesto o delincuente…
La triste y penosa historia del jubilado, en medio de un país, del siempre lo mismo y el más de lo mismo, donde la prioridad número uno, consiste – mediante los consabidos y canallescos pactos de impunidad, roscas, trenzas, arreglos, componendas y contubernios, a fin de conservar prebendas, beneficios, privilegios y enriquecimientos -, en engrupir o engañar a la gilada; disfrazar la realidad; distraer y entretener con banalidades y cartón pintado y que, al final de esa historia, no cambie nunca nada y todo prosiga igual o peor de lo que está…
Un país que no valora, defiende, protege, salvaguarda, honra y venera a la tercera edad, los jubilados y los mayores, considerándolos, ante todo, aleccionadores y gloriosos ejemplo de vida; es un país indigno, vil y corrompido, cuya sociedad no tendrá nunca presente, porvenir ni destino…
El jubilado argentino
Bancando la malaria, cada día, / después de andar a pie y haber yugado, / aquí estoy, ya forfai, y bien sonado, / sin un mango ni un cacho de alegría. / Aquí estoy – lo deschavo, che, gomía -, / como un pobre gilún descangayado; / soy un triste y mistongo jubilado, / puchereándola seco y en la vía… / Aquí estoy, sin presente ni futuro, / después de lungos años de laburo, / a pata o en cachuza bicicleta… / Y si es que sigo así – viejo y al horno -, / yo me cuelgo a un cohete sin retorno, / y me rajo al final, a otro planeta… / Quiera Dios, que algún yorno tan soñado, / en un tiempo feliz, para junar, / tenga el pobre y doliente jubilado, / un pulenta y debute bienestar.
Procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro correspondiente de la Academia de Folklore de la provincia de Buenos Aires y la Academia Porteña del Lunfardo.