Recordando al sacerdote agustino y poeta español, presbítero Miguel Mucientes, quien vivió en Chivilcoy…

Recordando al sacerdote agustino y poeta español, presbítero Miguel Mucientes, quien vivió en Chivilcoy…

julio 24, 2019 0 Por archivol
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El ejemplar sacerdote y auténtico e inspirado poeta español, presbítero Miguel Mucientes, quien residió, en nuestra ciudad de Chivilcoy, durante las décadas de 1920 y 1930; desempeñándose en los ámbitos de la antigua y querida Capilla del Carmen. 

Fue docente, en el Colegio “Buen Consejo”, de la Capilla del Carmen.

La página evocativa de la fecha, la destinaremos, a la cálida y merecida recordación, de un notable y distinguido sacerdote agustino y poeta español, seguramente hoy, totalmente desconocido y olvidado, quien a lo largo de su límpida y ponderable trayectoria eclesiástica, supo desarrollar, una digna y singular tarea, no solamente, en el culto religioso y en la prédica cristiana, sino además, en los ámbitos de la enseñanza, y en el campo artístico, de la creatividad, las letras y los sueños. Nos estamos refiriendo, al presbítero Miguel Mucientes, el cual, como un auténtico y profundo poeta místico, se caracterizó por su fina sensibilidad espiritual, su hondo y sincero amor evangélico y, su fluido y fervoroso lirismo, del que emanaban, de un modo natural y sereno, todo un caudal de gracia interior, dulzura del alma, tierna y azul beatitud, inmensa paz y, sublime bienaventuranza.

Humilde, devoto y siempre fiel, a sus preceptos y principios de vida, y a sus genuinos y elevados valores humanos, el presbítero Miguel Mucientes, había nacido en Villalba de los Alcores –dentro de la región geográfica, de la provincia de Valladolid y la Diócesis de Palencia -, el día 2 de mayo de 1898, y en la bella y candorosa etapa de su infancia, hubo de ingresar a las aulas del Real Colegio y Seminario, de los Padres Agustinos Filipinos, de Castilla. El 11 de septiembre de 1905, emitió los votos religiosos, y después de cumplir, todo el arduo y paciente itinerario de su carrera sacerdotal, llegó a la ceremonia final de ordenación, el 22 de julio de 1923. Pocos meses después, el 6 de diciembre de 1923, partió desde el puerto de Vigo, rumbo a la Argentina, a bordo del vapor “Lutetia”, y hubo de arribar a Buenos Aires; comenzando a desempeñarse, como catedrático, de distintas materias, en el Colegio Agustiniano, de la Capital.

Con posterioridad, fue enviado a Chivilcoy, y aquí, en nuestra ciudad, ejerció la docencia, en el inolvidable Colegio “Buen Consejo”, que había sido fundado y organizado, de una manera tenaz y laboriosa, por los sacerdotes agustinos, de la querida Capilla del Carmen. Allí, tuvo a su cargo, durante las décadas de 1920 y 1930, el dictado de matemática, castellano y literatura; brindándoles a sus alumnos, en un acto de noble y generosa entrega, todo sus amplios conocimientos, sus aleccionadora palabra, su verdadera sabiduría y, su entrañable y paternal cariño.

A fines del año 1927, el presbítero Miguel Mucientes, entregó a la estampa, el libro “Flores de otoño”, donde hubo de reunir, un fino y armónico conjunto, de sentidas v ardorosas composiciones poéticas, llenas de un genuino y conmovedor misticismo. Dicho volumen, impreso en los talleres gráficos “Bellsolá”, ubicados en la avenida Federico Lacroze Nro. 2416, de Buenos Aires, está precedido por un conceptuoso prólogo, del presbítero, Fray Manuel Álvarez.

Miguel Mucientes, falleció, hace ya, muchos años, en la década de 1960, pero dejó el indeleble recuerdo, de un sacerdote comprometido y cabal, y de un eximio  y admirable poeta, colmado de inspiración, fervor religioso, alegría y venturosa esperanza. Un sacerdote ejemplar, consagrado a Dios y, a todos sus semejantes.

Oración a Jesús, por Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano.

Buen Jesús, de la paz y la alegría, la evangélica gracia duradera, la bondad, la esperanza verdadera, la pureza, la gracia y la armonía… Yo te pido, tu dulce compañía, tu profundo sentir, tu voz sincera; tu sosiego, de límpida pradera, y tu bien fraternal, de cada día. Yo te pido, tu amparo y tu consuelo, tu humildad, tu camino muy soñado, el perdón, la piedad, la eterna calma… Y que al fin, esté cerca de tu Cielo, con un fiel corazón, ya sin pecado, y la luz de tu amor, dentro del alma.