Una ilusión salvadora, para seguir viviendo…
Una ilusión para pensar, que no todo se halla perdido, y que no estaremos eternamente condenados al maldito karma y al siniestro e implacable estigma, de esta Argentina del siempre lo mismo y del más, más de lo mismo…
Una ilusión para soñar otra Argentina, lejos del actual país, donde pomposa y sonoramente se anuncian, extraordinarias transformaciones y cambios y, al final, al final, no cambia nada… La enorme y frustrante decepción del tan repetido Gatopardismo, que desvanece, de pronto, las mejores expectativas y esperanzas: “Hay que cambiarlo todo, para que nada cambie”.
Una ilusión, en medio de un país de chantas, bolaceros, malandras y chorros, desenfrenadas ambiciones, decadencia, relajamiento, corrupción y podredumbre…
Hoy, más que nunca, necesitamos, de una manera rápida y urgente, una mágica y cautivante ilusión salvadora…Una ilusión, que constituya todo un profundo y singular incentivo y, una intensa y fervorosa motivación para seguir viviendo… Una ilusión, que disipe y borre los negros nubarrones de la angustia, la depresión, las nostalgias, la tristeza, la incertidumbre, el pesar, el dolor y el desaliento; quedando después, al descubierto, el diáfano y luminoso cielo de la paz, el amor, la fe, el optimismo y la alegría…
Una ilusión, que nos aleje de las miserias y ruindades humanas, llenas de mentiras, ambiciones, envidias, intrigas, recelos, odios, maldades, discordias y egoísmos… Una ilusión, para creer y confiar nuevamente en la Argentina: un país de principios y valores, justo, laborioso, honesto, pujante y progresista, donde triunfen las personas buenas, nobles y honradas, que trabajan, luchan, se esfuerzan y sacrifican y, van forjando y construyendo, silenciosamente, la Patria nuestra de cada nuevo día…
Una ilusión, para imaginar un país, sin chantas, chorros y vulgares embaucadores y vendedores de imagen y cortinas de humo, quienes engrupen o engañan a la ciudadanía, con vanas promesas, falsas apariencias, cartón pintado y carne podrida; mientras van transcurriendo los años y el tiempo y, no cambia, no cambia nunca nada, pues, precisamente, el gran curro y el espectacular negocio de ellos, consiste en que toda siga, igual o peor de lo que está… Una ilusión, para pensar en otra Argentina, donde los culpables de la corrupción, el fracaso, la decadencia, las crisis, el aniquilamiento, el vaciamiento y, la sistemática destrucción moral, social, económica, educativa y cultural del país, asuman sus responsabilidades y reciban después, sin impunidades y amparos judiciales protectores, la condigna y merecida sanción punitiva; respondiendo con sus propios patrimonios y devolviéndole a la gente, el dinero y los bienes mal habidos…
Una ilusión, para soñar otro país, que no sea la triste y penosa Argentina del eterno y fatal círculo vicioso, del siempre lo mismo y el más de lo mismo; la Argentina, donde a pesar de sonoros y rimbombantes anuncios de transformaciones y cambios, al final, al final, no cambia nunca nada… Una ilusión, para pensar que no todo se halla perdido, y que no estaremos eternamente condenados al maldito karma y al siniestro e implacable estigma, de esta Argentina del siempre lo mismo y del más, más de lo mismo…
Una ilusión salvadora, para seguir viviendo, trabajando y luchando… Una ilusión, para encontrar, a pesar de todo, un sentido, un motivo y una razón a nuestra propia vida…
La ilusión salvadora, por el procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro correspondiente de la Academia de Folklore de la provincia de Buenos Aires y la Academia Porteña del Lunfardo.
Che, mi Dios, en mi ruego lungo y puro, / de una forma mistonga, humildemente, / yo te quiero batir por el presente / y las horas pulentas del futuro. / Yo te bato, por este cielo obscuro, / que nubló todo el rioba, tristemente; / por quien sigue yugando, duramente, / por los sueños, el morfi y el laburo. / Yo te bato, por fieros sinsabores, / la justicia sin grupo y los valores, / la amistad macanuda y tan querida… / Y que al fin encontremos – posta aurora -, / la ilusión más debute y salvadora, / para darle un sentido a nuestra vida.