Recordando a los Carnavales chivilcoyanos, de antaño
Los Carnavales chivilcoyanos, con sus distintas y deslumbrantes comparsas, todo su ritmo musical y bullanguero, su magia especial y su gran colorido, sin dudas, hicieron época, y han quedado, para siempre, de una forma notable y destacada, en los mejores recuerdos del ayer y, en los memorables anales, de nuestra historia ciudadana; una historia que, debemos rescatar y salvar, del silencio, la indiferencia, la muerte, y el gris y penoso olvido…
La página evocativa de la fecha, la destinaremos a la sentida recordación, de los típicos y pintorescos Carnavales chivilcoyanos, de antaño, los cuales, hubieron de alcanzar, en su momento, una amplia resonancia y, una vasta popularidad, no solamente, en nuestro medio, sino además, en distintas ciudades vecinas; logrando una entusiasta y manifiesta adhesión de todo el vecindario, que se volcaba, a las calles, en forma multitudinaria, para participar así, de la importante y muy concurrida fiesta, de las Carnestolendas locales. Por sus particulares características, su espléndido relieve, su magnífico brillo y, su extraordinario colorido, los Carnavales chivilcoyanos, hubieron de convertirse, en una verdadera y gloriosa tradición, dentro de nuestra propia historia lugareña.
A fines del siglo XIX y principios del XX, en los corsos de aquella época, ante una significativa muchedumbre, participaban diferentes comparsas, con sus correspondientes trajes o uniformes, de variados matices, sus alegres acordes, cadencias y compases y, su ritmo vibrante y bullanguero. Mencionaremos, por ejemplo, a las agrupaciones denominadas: “Los Hijos de África”, “Marina”, “Los negros africanos”, “Los negros candomberos”, “Los marinos del Plata”, “Los chiripitifláuticos”, “La lira de oro”, “El Orfeón”, “Unión pelotaris”, “Todos o ninguno”, “Salimos como podemos”, etc.
En 1881, se realizaron, aquí, en Chivilcoy, apreciables festejos del carnaval. Los correspondientes corsos, se llevaron a cabo, sobre las avenidas Villarino y Soarez, atravesando todo el centro, de la plaza principal, 25 de Mayo. En dichos corsos, que hubieron de convocar, de un modo masivo, al vecindario local, y a gente que, procedía de distintas localidades vecinas, intervinieron diversas y muy llamativas comparsas, de la época.
En el carnaval de 1893, la agrupación musical “Marina”, editó en la imprenta del diario “La Democracia”, un volante que contenía, las respectivas letras, de las composiciones, que interpretaban durante el desfile y el trayecto del corso, delante del numeroso público presente, que celebraba, de una manera espontánea y fervorosa, las canciones, de dicha comparsa.
El largo y animado recorrido del corso, comprendía, en algunos años, el entorno de la plaza principal 25 de Mayo, y en otros, las avenidas Soarez y Villarino, y las calles Pellegrini, 9 de Julio, Rivadavia, Moreno, Belgrano, San Martín, 25 de Mayo, etc. También, el recorrido, incluyó en ciertas y determinadas oportunidades, las avenidas Sarmiento y Ceballos, y las arterias de sus inmediaciones geográficas, dentro de la planta urbana.
A los efectos de la organización, de los festejos de carnaval, en la esfera de la municipalidad, se constituía, una “Comisión oficial de Corso”, integrada por destacados vecinos, figuras y personalidades, del ambiente social chivilcoyano. El intendente comunal, en tanto, emitía un decreto, por el cual, se reglamentaba la fiesta del Rey Momo; prohibiendo, entre otras disposiciones, el uso del antifaz, la careta, el maquillaje que “oculte o desfigure el rostro”, los disfraces indecorosos, las vestimentas, de índole militar y sacerdotal, la entonación de “canciones inmorales”, el empleo de armas, “con excepción de las que fueren, figuradas e inofensivas”, los juegos con agua y el consumo de bebidas alcohólicas. Este mismo decreto, que permitía y autorizaba “el juego con flores y serpentinas”, procedía a establecer el recorrido del corso, fijaba la colocación de palcos, e instituía, diferentes categorías de premios, para comparsas, murgas, palcos, automóviles y carruajes ornamentados.
En la década de 1920, resultaban frecuentes, durante el desarrollo de los corsos, las riñas, disputas o reyertas, los incidentes callejeros y los constantes tiroteos, con un trágico y muy lamentable saldo, de muertos y heridos. Sujetos munidos, de cuchillos o revólveres, luchaban entre ellos, o enfrentaban a las fuerzas policiales, que tenían a su cargo, la tan difícil misión, del estricto mantenimiento de la tranquilidad y el orden públicos.
En el carnaval de 1925, hubo de participar en los corsos, una agrupación denominada Rancho “El Pajonal del Desierto” que, en esa ocasión, hubo de editar, en la imprenta “La Comercial”, un pequeño folleto, con el texto de los temas musicales y las canciones, interpretadas durante los festejos, en honor del Rey Momo.
Instituciones y clubes de nuestro medio, realizaban los ya clásicos “bailes de disfraz y fantasía”. El “Baile oficial”, tenía como principal escenario, el salón de fiestas, de la municipalidad, donde hoy, funciona, el recinto del Honorable Concejo Deliberante. En dicho baile, se efectuaba la feliz elección de la “Reina del Carnaval”. Asimismo, se organizaban, concursos de disfraces infantiles, con la participación de una estimable cantidad de niños, de ambos sexos, quienes luego recibían, interesantes y alentadores premios.
En el año 1932, intervinieron en los corsos, las comparsas “Juventud democrática” y “Unión juvenil”, y la murga “Camaradas unidos de la plaza Varela”; en tanto, en 1934, los festejos del carnaval, gozaron de la alegre y bullanguera presencia, de “La Rondalla”, de la Agrupación Artística Chivilcoy, las comparsas “Juventud moderna” y “Unión argentina”, y las murgas “Centro chivilcoyano”, “Amantes de la garufa” y, “La muchachada del centro”.
En un reportaje periodístico, del 4 de agosto de 1995, el dibujante y artista plástico local, Carlos Mauricio Rodríguez Lenti, hubo de recordar, la figura de su padre, José Carlos Rodríguez, quien integró la aplaudida y galardonada comparsa “Orfeón Chivilcoy”, a principios del siglo XX, y fue uno de los fundadores y organizadores, de la comparsa “Todos o ninguno”, y de una mascarada, por los años, 1910, 1911, 1912 y 1913. Según las afirmaciones, de Carlos Mauricio Rodríguez Lenti, la comparsa “Orfeón Chivilcoy”, contaba con unos noventa componentes, y sus miembros integrantes, ejecutaban, entre otros instrumentos, la guitarra, el violín y la mandolina. La comparsa “Todos o ninguno”, tenía alrededor de sesenta componentes, y solía brindar sus actuaciones, en distintos comercios, de nuestra ciudad, y en la esquina del Banco de la Provincia de Buenos Aires, en la intersección de las calles, Pellegrini y Rivadavia.
El diario porteño “Clarín”, en su edición, del martes 27 de febrero de 1979, hubo de publicar una nota sobre Chivilcoy, titulada “Los aires de antaño”. En ella, leemos: “Carnavales eran los de antes”, dice a Clarín, el profesor Francisco A. Menta, al iniciarse aquí, los festejos populares de las carnestolendas, en el 125 aniversario, de esta progresista ciudad, que eligió una humilde pala representativa, de la voluntad sembradora de sus hombres, como símbolo de su nacimiento. El entrevistado es, además de periodista, rector del Colegio Nacional y serio estudioso del pasado chivilcoyano. Antes de comienzos del siglo – apunta -, el Carnaval, se celebraba por la tarde, alrededor de la plaza, sobre la calle Pellegrini. Era una fiesta alegre y romántica, a la que las muchachas asistían, celosamente custodiadas por sus madres, y que constituía un marco propicio, para el intercambio de ramilletes de flores, con sus pretendientes favoritos. Los romances, se complementaban con la actividad lúdica, de esa gente sencilla que, ya a pie, ya ubicada en los palcos familiares, arrojaba serpentinas, en volúmenes insospechables, harina, agua y flores. La vara de nardo, oficiaba de presente, a la vez que de herramienta de acercamiento, y el color de las serpentinas, constituía un verdadero lenguaje cifrado: rojo, significaba “estoy enamorado”; amarillo, desprecio. Las comparsas El Orfeón, Los Marinos del Plata, La Lira de Oro, integradas por verdaderas orquestas, los disfrazados y las murgas – dice Menta -, se incorporaban ajustadamente, al bullicio de la muchedumbre, que luego se derramaba sobre la plaza mayor y las instituciones sociales representativas, para entregarse jubilosamente, al vértigo del baile. Aún se recuerda en Chivilcoy, a personajes como “Caciche”, “los Mercado” – célebres recolectores de fondos para las comparsas -, y “los Jaime”, del barrio de la plaza Varela, especialistas todos ellos, en verseadas, no siempre aptas para todos los oídos”.
Los Carnavales chivilcoyanos, de antaño, nos ofrecen una cálida e imborrable estampa del ayer, con su atmósfera de alborozo popular, las guirnaldas, el papel picado y las serpentinas, los ramos de flores, los palcos para las familias, las máscaras, los carruajes y, los vehículos, ornamentados y embellecidos. Una imponente y memorable fiesta que, hizo del carnaval, una genuina y hermosa tradición, en los anales históricos, de nuestra ciudad. Toda una imagen, de viejas carnestolendas, que nunca habremos de olvidar…
A los Carnavales de antaño, por el procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano.
Los recuerdo, a la distancia, ya lejanos Carnavales: Las comparsas musicales, flores, color y fragancia… Y hoy vuelven, como en la infancia, sus estampas más genuinas, magia y ritmo, en las esquinas, sus máscaras y antifaces, papel picado, disfraces, y un corso de serpentinas.
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Corresponde hacerle homenaje a la profesora Ernestina Yavicoli,quien junto a mi padre José Speranza, pintor y fundador del Museo de artes Plásticas , también fundaron el Archivo. Vale