El versero o bolacero, en esta Argentina del siempre y el más de lo mismo…
El versero, chamuyero, boletero o bolacero, constituye un típico personaje del idioma lunfardo.
El versero, todo un embustero de orden profesional, engrupe o engaña a la gente, con meras y vanas palabras y sanatas, vacías de ideas, pensamientos, proyectos y contenido…
Más allá de las palabras y las frívolas afirmaciones verbales, los hombres como los árboles, se conocen, aprecian y valoran por sus propios frutos… Realidades y hechos concretos, por encima de tantas inútiles e insignificantes palabras…
Los chantas, los chorros y los vulgares vendedores de imagen y cortinas de humo, que hoy abundan y proliferan, de un modo notorio y elocuente, en esta Argentina del siempre lo mismo y del más de lo mismo, son los clásicos verseros o bolaceros, quienes van engrupiendo o embaucando a la gilada – cada día, con una pantalla televisiva, un superfluo cartón pintado o una notoria mentira distinta -, mientras transcurren el tiempo y los años, no cambia nunca nada y, todo prosigue igual o peor de lo que está…
Los chantas, los chorros y los vulgares vendedores de imagen y cortinas de humo, aunque simulen ser adversarios, rivales u opositores, se hallan entongados o confabulados entre ellos, mediante roscas, trenzas, transas, arreglos, pactos de impunidad, componendas, tongos y contubernios; para que, en definitiva, no cambie nunca nada y, todo continúe igual o peor de lo que está…
Los chantas, los chorros y los vulgares vendedores de imagen y cortinas de humo – estos bien conocidos y repetidos verseros, chamuyeros o bolaceros -, carecen de cualquier voluntad o intención de cambio. Para mantener sus prebendas, privilegios, acomodos, impunidades, beneficios y enriquecimientos, necesitan que no cambie nunca nada y, todo prosiga así, igual o peor de lo que está… Si la sociedad, resignada y conformista, acepta, tolera, se banca y, es totalmente, funcional a ellos, jamás habrá de cambiar nada, y todo habrá de continuar así, igual o peor de lo que está, por un término o lapso indefinido…
Librémonos de los verseros o bolaceros, que nos engrupen o embaucan con sus cortinas de humo, condenándonos a una Argentina del siempre lo mismo y del más de lo mismo; un país que nivela e iguala hacia abajo, con ignorancia, analfabetismo, marginación, empobrecimiento y miseria; un país que, sin presente, porvenir, destino ni salida, no nos lleva ni conduce a ninguna parte… De nosotros depende… De nosotros, depende… Para que triunfe el mal, sólo se necesita que los buenos no hagan nada, a fin de impedirlo…
Sin verseros, chamuyeros o bolaceros, en una Argentina donde predominen y prevalezcan la verdad y la honradez, seguramente podremos encontrar, el luminoso camino de los valores, la educación, la justicia, la honestidad, la cultura y la escuela del trabajo, la fe, el optimismo, los sueños y la mejor esperanza. Esa esperanza que, con la victoria de la verdad, la probidad, la honradez y la transparencia ética, hoy, más que nunca, tanto ansían y aguardan los buenos corazones argentinos.
El versero, por el procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro correspondiente de la Academia de Folklore de la provincia de Buenos Aires y la Academia Porteña del Lunfarda.
Te rejuno, chantún, sos el versero, / engrupiendo, de pronto, a la gilada: / mucha lunga promesa remanyada, / que termina al final, en punto cero. / La jugás de bacán y chamuyero, / tanto espiche, después no pasa nada, / y así queda, bien piola, demostrada, / tu gran habilidad de bolacero. / A la gente vendés carne podrida, / y con parla canchera y repetida, / le hacés un lindo cuento a los otarios… / Si algún yorno, se avivan los mamertos, / pensá que se te acaban y van muertos, / tus negocios y curros dinerarios.