Oración por la Patria nuestra, en lunfardo
Hace ya, cuarenta años transcurridos, un histórico y memorable domingo 30 de octubre de 1983, se llevaban a cabo en el país los comicios generales, resultando electo presidente de la Nación, el Dr. Raúl Ricardo Alfonsín, quien, a lo largo de su campaña proselitista, solía recitar y declamar, con marcado énfasis, fogosa vehemencia y, un auténtico y hondo fervor cívico, democrático y republicano, el preámbulo de la Constitución Nacional, sancionada un 1 de mayo de 1853. El Dr. Alfonsín, puntualizaba y subrayaba que: “Con paso firme y seguro, nosotros vamos transitando el camino. Y si alguien nos pregunta, porqué y hacia donde marchamos, debemos responderle que, marchamos para constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitan en el suelo argentino”.
Después de cuatro décadas, qué lejos, pero qué lejos, estamos de aquellas sabias y conmovedoras palabras que, merced a su fuerza expresiva, su dimensión moral y su extraordinario contenido, aún hoy, al escucharlas, nos emocionan y estremecen, sincera y muy profundamente. Qué lejos, pero qué lejos estamos, del espíritu, la esencia y, los altos y genuinos valores de la Constitución Nacional, totalmente soslayada u olvidada, o simplemente, negada y desconocida, por muchos ciudadanos que, en algunos casos, ignoran por completo, su existencia. Qué lejos, pero qué lejos estamos de la honestidad, la rectitud, la justicia, la verdad, la ética y la transparencia pública; sumergidos y hundidos en un modelo de país y sociedad, que nivela e iguala hacia abajo, con ignorancia, analfabetismo, marginación, empobrecimiento y miseria dependiente. El modelo del país de los chantas, los chorros y los pobres giles, víctimas de las falsas apariencias y los constantes engaños, de los vulgares vendedores de imagen y cortinas de humo, para envolver, confundir y embaucar a los incautos; el modelo del país de los bolazos y mentiras, la corrupción, la mugre, la podredumbre, el egoísmo, la impunidad judicial, las injusticias, la indiferencia, la frivolidad y la pavada; el modelo del país, hueco y vacío, sin rumbo, proyectos, expectativas, perspectivas y motivaciones; el modelo del país sin presente, porvenir, salida ni destino, que hoy, infortunadamente, no nos lleva ni conduce a ninguna parte…
Después de cuatro décadas, del ansiado y entrañable retorno de la democracia y la recuperación de las instituciones de la República, en 1983, qué lejos, pero qué lejos estamos de las normas, los principios y los postulados de la Constitución, pues los chantas, los chorros y los vulgares vendedores de imagen y de cortinas de humo, mataron y destruyeron esos principios y valores, la justicia, la verdad, la honestidad, la educación y, la cultura y escuela del trabajo; imponiendo e instalando un modelo de país y sociedad, que fomenta e impulsa la ignorancia y la miseria, y por otra parte, combate y desalienta el trabajo y las actividades laborales, el esfuerzo, las inversiones, el crecimiento, el desarrollo y, los reales y genuinos méritos. Un modelo de país y sociedad, de la Argentina del siempre lo mismo y del más de lo mismo, donde ganan los chantas, los chorros y los vulgares vendedores de imagen y de cortinas de humo, pero pierden, se perjudican, se empobrecen y, hasta se funden los laburantes, y las personas buenas, nobles, decentes y honradas, que trabajan, luchan, se sacrifican, sufren las crisis y los ajustes económicos y, abonan sus impuestos y cargas fiscales y tributarias. Un modelo, para engrupir o embaucar a los giles, y que así, de ese modo, no cambie nunca nada, pues, precisamente, la intención, la voluntad, el objetivo y el fundamental propósito de los chantas, los chorros, los que viven de arriba y los vulgares vendedores de imagen y de cortinas de humo, a fin de mantener y conservar sus prebendas, privilegios, negociados, curros e infinitos beneficios, consisten en que jamás cambie nada y, todo prosiga igual o peor de lo que está… La cuestión no reside en el deterioro o gravedad de la situación, sino en la aceptación de la sociedad: si la sociedad, apática, inoperante, resignada y conformista, acepta, tolera, se banca y, es funcional a los chantas, los chorros y los vulgares vendedores de imagen y de cortinas de humo, no pasa absolutamente nada, y todo continúa igual o peor de lo que está… Si la sociedad acepta todo, jamás habrá de cambiar nada… No podemos aguardar resultados distintos, haciendo siempre lo mismo; los pueblos que olvidan su pasado, están condenados a repetirlo; para que triunfe el mal, sólo se necesita que los buenos no hagan nada, a fin de impedirlo; las cosas deben juzgarse y valorarse, a la luz de sus resultados concretos y positivos y, los hombres como los árboles, se conocen y aprecian por sus frutos.
Hoy, a cuatro décadas del retorno a la Constitución Nacional y al sistema democrático, elevamos, de una manera humilde y sentida, esta oración por la Patria nuestra, rememorando el bello preámbulo de la Carta Magna, recitado por el Dr. Alfonsín, con la íntima ilusión y la confianza, de recobrar un día, el luminoso camino de los principios y valores, la justicia, la verdad, la honestidad, la educación, la cultura del trabajo, la fe, el amor, el optimismo, la alegría, el bienestar, los sueños y la esperanza… Esa esperanza que, tanto anhelamos e imploramos los argentinos…
Patria nuestra, por el procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro correspondiente de la Academia de Folklore de la provincia de Buenos Aires y la Academia Porteña del Lunfardo. Patria nuestra, cachuza y agobiada, / que cargás en tu lomo, todo el día, / el bajón de la triste fulería / y los chantas que engrupen la gilada. / Patria nuestra, doliente y estrolada, / que yugás – gran pulenta y valentía -; el afano sufrís, siempre en la vía, / raja el tiempo y no cambia nunca nada… / Patria nuestra, de fiaca y mishiadura, / donde pierde por muerte, quien labura, / pero el chorro, te gana en cada esquina… / Quiera Dios, que sin lungos sinsabores, / se levante, che, Patria, con valores, / otra nueva República Argentina.