La infancia, en la voz del lunfardo…
La simpática y entrañable celebración del Día del Niño, de una manera nostálgica y sentida, nos invita hoy, a volver nuestros ojos y la mirada, hacia el mágico y deslumbrante mundo de la infancia…
Ese mundo de la dicha, la inocencia y el asombro, donde reinan e imperan la paz, el candor, la humildad y la alegría, lejos de las angustias y pesares, las mezquindades y egoísmos, las maldades, la corrupción moral y las miserias humanas y terrenales…
Ese mundo de la luz, la hermosura y el colorido, donde abundan y prevalecen las bellas mañanas de sol, los cielos azules y radiantes y, los paisajes fragantes y floridos, lejos de las tardes grises y destempladas y las noches tristes y obscuras…
Ese mundo de la gracia espiritual, el dulce encanto, la emoción y la ternura, lejos del dolor, el desaliento, la incertidumbre, la zozobra y, las duras y lacerantes aflicciones del drama de la existencia…
Ese mundo del milagro del amor, las ilusiones, los sueños y la divina maravilla, lejos de los odios, resentimientos y rencores, el abatimiento, la ausencia de motivaciones y expectativas, el enorme y patético vacío interior y, el negro pesimismo…
¿Y en qué lugar podemos encontrar ese bello y extraordinario mundo, hacia el cual volvemos los ojos y la mirada?
Podemos hallarlo, simple y sencillamente, en el rincón más puro y profundo de nuestros corazones, donde aún sigue viva y jubilosa la infancia y, así…, así continuamos siendo, aquellos niños de siempre…
Qué lindo es conservar la posta infancia, / del encanto chipola y la hermosura, / el amor más fetén, la travesura / o un juguete, tal vez, sin importancia… / Conservar en el bocho, la fragancia, / la escuelita de ayer – lunga ternura -; / una jeta inocente y siempre pura, / y la bici, perdida en la distancia… / Conservar las cachuzas ilusiones, / los recuerdos del rioba, más dulzones, / o un viejo barrilete, ya estrolado… / Y qué lindo es sentirse, piola y pleno, / guardando bien debute, el cuore bueno / de un purrete feliz y emocionado.
Procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro correspondiente de la Academia de Folklore de la provincia de Buenos Aires y la Academia Porteña del Lunfardo.