La simpática y entrañable celebración del Día del Niño, con todo su profundo y cautivante bagaje de sueños, ilusiones, fantasías, inocencia, e inefable dulzura, nos invita hoy, a recordar dos espacios chivilcoyanos, de sana recreación y esparcimiento, para la infancia ciudadana. Evocaremos así, en primer término, el viejo parque infantil, el cual, se hallaba situado, sobre la avenida Calixto Calderón, frente al pintoresco ex Lago Artificial (En la actualidad, Anfiteatro Municipal “Pueblos Originarios”).Funcionó, durante las décadas de 1940, 1950 y 1960; desapareciendo finalmente, cuando se levantaron, en dicha superficie, distintos cuerpos o bloques, de edificios, de propiedad horizontal. En segundo lugar, mencionaremos, el parque infantil “Bernardino Rivadavia”, inaugurado el 29 de marzo de 1970, bajo la administración municipal del Ing. José María Ferro. Se encuentra ubicado, en la intersección de las avenidas De Tomaso y Urquiza, y constituye, todo un ámbito de especial regocijo, destinado a la niñez de nuestro medio. Tampoco, en esta rememoración, podemos olvidar, la singular y querida calesita, de la familia Mariela, que supo recorrer, en una trayectoria itinerante, diferentes sitios y rincones de nuestra ciudad, hasta establecerse, en la plaza Mariano Moreno. Dicha calesita – hondo júbilo y verdadera delicia, para la niñez, de distintas épocas -, comenzó, de la mano de Don Andrés Mariela, a principios de la década de 1960; en 1965, hubo de adquirirse otro nuevo modelo, y en 1993, Miguel Mariela, hijo de Don Andrés, hubo de proseguir, con esta peculiar y hermosa actividad, tan estrechamente vinculada, a la vida tierna y candorosa de toda nuestra infancia chivilcoyana.
Volver a la infancia, soneto lunfardesco, de Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro académico correspondiente de la Academia Porteña del Lunfardo.
Quiero volver al rioba del purrete, y a los yornos chipolas de la infancia, a pesar de las yecas, de distancia, donde anduve rajando, como cuete. Quiero volver al sueño del pebete, la matina feliz – cielo y fragancia -; un cacho de ilusión y de vagancia, la pelota y el posta barrilete… Quiero volver, a tanta travesura, una simple parola de ternura, facha alegre, paisaje luminoso… Y en un bulín, de mágico cariño, de pronto, che, melón, sentirme niño, con el cuore más bueno y más dichoso.
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