Homenaje al inmigrante, en lunfardo… La verdad sobre la riqueza y la grandeza de la Argentina…
Se ha subrayado y puntualizado, en reiteradas oportunidades que, la República Argentina, en las últimas décadas del siglo XIX y en las primeras del siglo XX, merced a las políticas económicas de los gobiernos liberales de la época, se perfiló y proyectó en el contexto global de los países de la época, como toda una potencia líder internacional…Dicha afirmación, constituye una evidente falacia y una manifiesta falsedad histórica, producto de la ignorancia o la mala interpretación de los hechos, o de una tendenciosa y premeditada tergiversación de la realidad objetiva… Basta leer los manuales y textos, de esa materia, acerca de aquel período o etapa institucional del país… De acuerdo con los censos y cifras de habitantes, de los años 1887, 1895, 1904, 1909 y 1914, los extranjeros constituían una muy significativa porción, de la población general del país; y en algunos importantes centros urbanos como Buenos Aires, la capital del país, los elementos inmigratorios igualaban o superaban a los habitantes nativos. En 1895, la Argentina tenía 3.900 habitantes, y más de un millón eran extranjeros; en 1914, sumaba unos 7.900, de los cuales, casi dos millones quinientos mil, procedían de la inmigración.
La Argentina fue grande y pujante – considerada por muchos, como el “granero del mundo” -, gracias a las numerosas corrientes inmigratorias y, al colosal trabajo y las arduas luchas del esforzado inmigrante… El inmigrante, aportó mano de obra barata, en abundancia, y multiplicó de una forma colosal y gigantesca, las actividades productivas – en especial, agropecuarias -, la bonanza y la riqueza. El inmigrante levantó, forjó y construyó el país. Sin él, jamás se habría logrado absolutamente nada…, absolutamente nada…, absolutamente nada…
La Argentina, entre los años 1880 y 1916, fue rica, próspera y progresista; aunque, a decir verdad, la riqueza y la opulencia, sólo correspondió a las clases altas, aristocráticas y dominantes. Los sectores populares, se hallaban sumidos en la marginación y la miseria… Nación rica y pueblo pobre…He aquí, la absurda e irrefutable paradoja… Y el heroico inmigrante, que contribuyó de una manera fundamental a generar toda aquella inmensa riqueza, vivió condenado a la miseria de los humildes conventillos, las casas de inquilinato y los modestos barrios periféricos u orilleros… Y dentro de esa atmósfera y ese particular ambiente de penurias, necesidades, hacinamiento e indigencia, surgió la típica y pintoresca expresión idiomática, de la jerga arrabalera del Lunfardo, como un fruto lingüístico de la inmigración, con un curioso y chispeante repertorio léxico, un vocabulario y, un simpático y atrayente conjunto de nuevos términos y palabras, incorporado, posteriormente, al lenguaje coloquial y el habla cotidiana de los argentinos.
Después, merced a la visión de futuro y los anhelos y afanes de superación, del inmigrante – en su mayoría, prácticamente analfabeto -, sus hijos tuvieron acceso a la capacitación, la formación y los estudios, y fueron importantes profesionales universitarios, comerciantes, industriales, docentes, hombres públicos y, personas y ciudadanos de bien, para el país, la sociedad y nuestra vida comunitaria.
Quizá, ignorado u olvidado por las actuales generaciones, el tenaz y laborioso inmigrante, merece sin dudas, hoy, nuestro mejor reconocimiento y, un auténtico y caluroso homenaje… El mayor homenaje y el más cálido testimonio de sincera gratitud, por toda su infatigable contracción hacia el trabajo, su profunda fe, sus múltiples esfuerzos y sacrificios y, sus hondos y genuinos anhelos de progreso…El mayor homenaje, por su magnífica contribución y su tan formidable aporte, para el crecimiento económico, el desenvolvimiento social y, el más pujante y venturoso progreso del país…El mayor homenaje, por sus claras ilusiones, sus promisorias expectativas, su fresca alegría de vivir y, su espontáneo y risueño optimismo…El mayor homenaje, porque con sus propias manos y su extraordinaria voluntad realizadora, forjó y cimentó el desarrollo y la grandeza de nuestra Patria…
El mayor homenaje, porque su abnegada e ilustre figura, constituye un glorioso símbolo o emblema, para todos los argentinos… Un símbolo del trabajo, la lucha, la pasión, el aliento hacedor, el ahínco y los más nobles y bellos principios morales y valores humanos…El mayor homenaje, porque encarna y representa la fiel laboriosidad, el amor hacia el terruño adoptivo, el tesón, los más positivos y hermosos sueños y, la más feliz y luminosa esperanza…Esa esperanza salvadora que, hoy, ansiamos e imploramos, de un modo unido y fraterno. Porque el anónimo, y hoy, acaso, ignorado u olvidado inmigrante, con su admirable ejemplo de cultura del trabajo, levantó e hizo grande a la Argentina.
El inmigrante, por el procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro correspondiente de la Academia de Folklore de la provincia de Buenos Aires y la Academia Porteña del Lunfardo.
Hoy, le bato un tributo al inmigrante, / con espíritu cálido y fratelo, / por sus ganas pulentas y su anhelo, / su sentir y su cuore palpitante. / Hoy, recuerdo sus luchas y su aguante, / su amor puro y banana a nuestro suelo; / sus mistongas nostalgias, bajo el cielo, / y su fe de cinchar para delante… / Hoy, carburo su hazaña extraordinaria, / sus fuleros esfuerzos, su malaria, / y su posta esperanza, tan genuina… / Y sé bien – la memoria voy chapando -, / que así fiel, laburando y laburando, / hizo grande y debute a la Argentina.