Los carnavales chivilcoyanos de antaño, hubieron de caracterizarse y distinguirse, sin duda alguna, por su particular atmósfera de brillo, encanto, luz y colorido, y la notable presencia, de significativas comparsas, que le otorgaron, jubilosa vida y amplio esplendor, a los corsos oficiales, de la época. A principios del siglo XX, podemos encontrar, así, a las destacadas comparsas “Orfeón Chivilcoy” y “Todos o ninguno”. La primera de ellas, había conformado una significativa agrupación, de unos noventa miembros integrantes, quienes ejecutaban, diversos instrumentos musicales, tales como, la guitarra, el violín y la mandolina. Hacia el año 1910, por iniciativa de José Carlos Rodríguez, hubo de surgir la comparsa “Todos o ninguno”, la cual, llegó a reunir unos sesenta componentes, entre los que mencionaremos, a Juan, Roque y Francisco Salinardi, Alfonso Iavícoli, Aniceto Franquet (el portaestandarte), Luis Bellini, Víctor Guastella y Pascual Severo Guida. La citada comparsa, lucía unos elegantes y llamativos uniformes, que confeccionó un sastre, de apellido Doria, y participó en los corsos del carnaval ciudadano, hasta el año 1913, cuando finalmente, hubo de disolverse. En una interesante nota periodística, del mes de agosto de 1995, el hijo de José Carlos Rodríguez, el letrista y dibujante, Carlos Mauricio Rodríguez Lenti (1924 – 1998), rememoró la figura de su padre, quien – de origen español -, había sido el propietario, del antiguo vivero “Jardín del Plata”, y gran fundador, organizador y presidente, de la comparsa “Todos o ninguno”.
Carnaval de antaño, por Carlos Armando Costanzo.
Carnaval de antaño, lejana memoria, de un tiempo de gozo y brillante esplendor, que vive en el alma y perdura en la historia, con todo su encanto, su gracia y color. Carnaval de antaño, tiernas serpentinas, guirnaldas y adornos, para recordar; un aire de ensueño, por calles y esquinas, y época que nunca se habrá de olvidar… Noche azul de corso, la fiel mascarada, ramitos de flores, alegre antifaz, comparsas de imagen bien engalanada, murgas del bullicio y el claro compás. El largo desfile y el cielo estrellado, la euforia, los chicos, la dulce ilusión; el pomo con agua y el papel picado, un clima espontáneo, de gran diversión. El buen caballero, la joven coqueta, perfume que siempre, supo cautivar…, hermosos disfraces, la simple careta, y un hondo y genuino sentir popular. Fibra apasionada, límpida cadencia, luces y fragancias, inmenso fervor; esa muchedumbre y aquella presencia del amplio estandarte y el firme tambor. Fiesta del Rey Momo, fiesta callejera, de la sana dicha y la franca amistad, que le dio una nota fresca y bullanguera, al paisaje urbano de nuestra ciudad. Fiesta deslumbrante, de la algarabía, la magia y el arte, la plena emoción, y mundo de risas y de fantasías, romántico idilio y feliz corazón. Voces juveniles, ritmo inagotable, palcos y carruajes, el son musical… Gloria del pasado y estampa imborrable, Carnaval de antaño ¡Bello Carnaval!
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