Las muchas y vanas palabras, la verbosidad, la labia, la verborrea y, las típicas actitudes de los charlatanes y parlanchines, constituye un tema, de singular análisis y reflexión, por parte del sentir y la voz del lunfardo. Las muchas y vanas palabras, en medio de una sociedad actual, donde es demasiado lo que se habla, y muy poco lo que se trabaja, lo que se hace, y finalmente, se traduce y refleja, en resultados concretos, tangibles y valederos. Necesitamos, hoy, más que nunca, hablar menos, y hacer mucho más, con un criterio emprendedor, ejecutivo y constructivo, en aras del progreso, el desarrollo, y el azul y esperanzado horizonte, de un mejor futuro. Sobran palabras y faltan resultados, que beneficien a la clase trabajadora, el pueblo, la gente y la comunidad… En nuestra sociedad actual, se habla mucho, a través de rimbombantes anuncios y comunicados; de largos debates, diálogos inútiles y estériles, y discusiones bizantinas; de meras promesas inconsistentes, de mensajes de texto, de los celulares, o desde programas y paneles televisivos u oficinas o despachos burocráticos; pero es muy poco, lo que en efecto, se trabaja, y en la práctica se realiza. Bien lo subraya el adagio latino: “Res, non verba” (Realidades, no palabras). Hoy, más que nunca, necesitamos personas que hagan, antes que hablen, de un modo incoherente y vacío, careciendo de trayectoria, de conocimientos y ejecutividad. El famoso libro bíblico: “El Eclesiastés”, nos recuerda que, “todo tiene su tiempo”: Un tiempo para “hablar” y otro tiempo, para “callar”. Hoy, es el tiempo del hacer, no del hablar. Hoy, debemos saber interpretar, adecuadamente, el momento histórico que atravesamos: Este es el momento de la verdad, la acción, las realizaciones, las obras y los hechos; no, del verso, la mentira y la sanata, de las promesas, las palabras y la inoperancia… Sólo así, se logrará revertir, esta amarga y penosa impresión de fracaso, frustración y desesperanza; de transitar un año perdido, sin ninguna expectativa favorable; de no vislumbrar, un porvenir halagüeño y auspicioso; de que, en definitiva, “no pase nada”, “todo quede, en la nada”, y termine, al final, siendo, “más de lo mismo”, “más de lo mismo…”Los hombres, como los árboles, se conocen y aprecian, por sus propios frutos. Y esos frutos, deben surgir del trabajo, la lucha, el esfuerzo y las realizaciones concretas, no, de las fugaces palabras, y las meras expresiones verbales… “No podemos esperar, resultados distintos, haciendo siempre lo mismo”, expresaba el gran científico universal, Albert Einstein.”¡Argentinos, a las cosas!”, manifestó en una oportunidad, el notable filósofo español, José Ortega y Gasset, significando, la urgente e imprescindible necesidad de una labor, real y fecunda, por encima de las palabras. Debemos predicar y sembrar, con nuestro testimonio de vida, la conducta y el buen ejemplo, inculcando e infundiendo, principios éticos, valores morales, humanos, patrióticos y espirituales, y edificantes enseñanzas… Debemos defender la conciencia y la cultura del trabajo, el estudio, el esfuerzo y los auténticos méritos, en medio de una sociedad, frívola y extraviada, sin equidad ni justicia, sin un sistema de premios y castigos, con impunidad y corruptela; donde se castiga y perjudica a los individuos buenos, honrados y trabajadores, y se recompensa , favorece y beneficia, a los que delinquen, violan e infringen las normas y las leyes, los que viven de arriba, los que evaden sus obligaciones tributarias y los que, han convertido a nuestra noble y gloriosa Patria “en el ispa de los chantas y atorrantes, los chorros, el curro y el afano”.
Muchas palabras, por Carlos Armando Costanzo, fundador y director organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón de Periodismo Chivilcoyano, y miembro académico correspondiente de la Academia Porteña del Lunfardo.
Hoy, dejá de batir, mucha parola, y ese eterno chamuyo remanyado; para un cacho, las cosas que has hablado, y un momento, che, flaco, dame bola. No jugués de chantún y nene piola, – desde lejos, te tienen bien junado -, y bancando un silencio prolongado, olvidate de usar, tanto la gola… Basta de espiche, globo y macaneo, la sanata y el verso, lungo y reo, y aquel grupo, que embauca, muy seguro… Cerrá el pico dulzón, del que hacés gala, cállate de una vez, chapá la pala, y elegí el buen camino del laburo. Es hora de yugarla, che, ¡salute!, y a ponerse las pilas, farabute.