Reflexión lunfarda: ¿Quién mató la esperanza de nuestra Argentina?
Hay quienes, de un modo insistente, se preguntan: ¿Quién mató la esperanza de nuestra Argentina, para seguir siendo, desde muchos y muy largos años, el país del siempre, siempre lo mismo, donde las cosas siguen como están, no cambia nada (pues no existen el menor interés ni la más mínima intención de cambiar nada: ese es el gran, gran negocio de los que hacen su propio juego), nunca pasa nada y todo queda después en la nada, sumergido dentro de un vasto e insondable mar de obscuridad, silencio e impunidad absoluta?
¿Quién mató la esperanza, para seguir siendo, en forma agobiante e infinita, el país del siempre lo mismo, donde se “engrupe y empaqueta a la gilada” y siempre pierde, se perjudica, se empobrece y se funde, la persona buena, honrada y laboriosa que trabaja, lucha, se sacrifica diariamente, y abona sus impuestos, tarifas y obligaciones tributarias?
¿Quién mató la esperanza, en el país de la injusticia, la impunidad, “el curro y el afano”, el acomodo, las coimas y los privilegios, donde se necesitan la ignorancia, el asistencialismo en enorme escala y la miseria –dependiente, para continuar siendo la Argentina del siempre lo mismo?
Hay quienes, de una manera triste y angustiosa, se preguntan: ¿Quién mató los principios y valores, la espiritualidad, los edificantes y aleccionadores modelos o ejemplos, el sentido ético y la conciencia moral de los argentinos? ¿Quién mató la verdad, la justicia, la honestidad, la rectitud y el concepto del bien, el amor, la ternura y la pureza? ¿Quién mató la cultura del Trabajo, la cultura del saber, la enseñanza y el estudio, la cultura del esfuerzo y la cultura de los méritos auténticos y valederos? ¿Quién mató el impulso realizador y la energía productiva, la generación de mano y obra y de riqueza, el crecimiento, el desarrollo, el avance y el venturoso y efectivo progreso? ¿Quién mató un proyecto pujante de nación; las expectativas y motivaciones: el bienestar y la alegría; la ilusión, los sueños; los anhelos y las ganas; el futuro y la esperanza, para condenarnos luego a los argentinos, al país que nivela e iguala siempre hacia abajo; una vida mediocre, anónima, frívola y sin contenido; la frustración y el fracaso; la ambición, la corruptela y la podredumbre; la ruindad y el mezquino egoísmo; una doliente y lastimosa actitud de profunda resignación y conformismo, la marginación social, la decadencia y la miseria?
¿Quién mató la esperanza de nuestra Argentina, para hacernos bajar el ánimo y los brazos, sumirnos en la depresión, la congoja y el desaliento – porque siempre pierde el laburante – y, llevarnos por un rumbo repetido e incierto que no nos conduce a ninguna parte: el país del eterno círculo vicioso, el túnel, la trampa y el fatal laberinto del siempre, siempre lo mismo…?
Alguien también dijo: “En la Argentina de hoy, sólo una minoría de la población, trabaja y paga los impuestos. En el futuro, cuando desaparezcan los que hoy trabajan y abonan sus impuestos, el país, infortunada e inexorablemente, llega a su penoso fin…”
¿Quién mató la esperanza: la dirigencia de las esferas públicas y gubernativas, la propia sociedad o la genética y la idiosincrasia argentinas, con sus peculiares características de ser, vivir, proceder y actuar? Quizá, no obtengamos una satisfactoria contestación, frente a estas graves preguntas y cruciales interrogantes…
Por eso, – y hoy, más que nunca -, debemos predicar con el buen ejemplo de vida, y recuperar ante todo, los principios y valores morales, humanos, patrióticos y espirituales, como asimismo, la justicia, la verdad, la honradez, la solidaridad y, la mentalidad, el hábito cotidiano y la sagrada y sublime Cultura del Trabajo. No podemos esperar resultados distintos, haciendo siempre lo mismo; los pueblos que olvidan su pasado, están condenados a repetirlo; para que triunfe el mal, sólo se necesita que los buenos no hagan nada a fin de impedirlo; en el mundo, recogeremos y cosecharemos lo que hemos sembrado y, los Hombres al igual que los árboles, se conocen y aprecian por sus frutos.
¿Quién mató la esperanza y el futuro de una Argentina, que no ofrece – especialmente a la juventud y a las nuevas generaciones -, ningún proyecto, perspectiva, salida ni destino? ¿Existe entonces, una senda? Sí, volver al único camino posible de la Educación, la Honestidad y el Trabajo… LA EDUCACIÓN, LA HONESTIDAD Y LA CULTURA DEL TRABAJO.
¿Quién mató la esperanza?, por el procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro correspondiente de la Academia de Folklore de la Provincia de Buenos Aires y la Academia Porteña del Lunfardo.
Yo pregunto, aunque pinte fiero y duro, / porque el bocho, a entender hoy no me alcanza: / ¿Quién mató los valores, la confianza / y la posta cultura del laburo? / ¿Quién mató la honradez – curro seguro -, / la verdad, ya forfai, que nunca avanza; / la chipola alegría, la esperanza, / y los sueños debutes del futuro? / ¿Quién mató la moral que se rajado, / y una flor de justicia, en el pasado, / que un balurdo feroz, se llevó puesta…? / Yo pregunto – salame y zanagoria -, / pero al fin – siempre así, la misma historia -, / nunca nadie, me bate una respuesta. / Y es por eso, que estoy frito y en yanta, / como a un gil que lo van engatusando, / y entre tanto camelo y tipo chanta, / sin borrarme jamás, sigo luchando.