Esta típica y elocuente expresión, de la jerga lunfardesca, de un manera desnuda, y a la par, dramática, nos presenta y exhibe, la grave y apremiante situación de aquel individuo, quien se encuentra sumergido, en una penosa y lamentable situación económica, de total y profunda miseria y de manifiesta indigencia personal; sin expectativas halagüeñas, ni promisorias posibilidades, para un próximo futuro. Situación, sin dudas, de muchos ciudadanos argentinos, víctimas de la marginación social, el desamparo y la pobreza, que de un modo silencioso y anónimo, trabajan, luchan y se esfuerzan, cada día, con el humilde propósito de lograr un digno y decoroso sustento familiar. Esos obscuros ciudadanos, que sufren y padecen, de una forma despiadada y constante, la colosal carga y el tremendo peso de las crisis financieras, los recortes de los presupuestos, los procesos inflacionarios, el apreciable incremento de los artículos y las tarifas, la suba del costo de vida, y las periódicas devaluaciones, de nuestro signo monetario… Esos obscuros ciudadanos, inmersos en medio de una sociedad actual, que en muchas ocasiones y circunstancias, castiga a las personas buenas, honradas y trabajadoras, y por otra parte, premia, favorece, beneficia y recompensa, a los arribistas y oportunistas, los inescrupulosos, los deshonestos y los delincuentes… Una sociedad, donde son tristes perdedores, los que trabajan, honradamente, y aparecen como ganadores, triunfadores y muy exitosos, los que viven de arriba, los que carecen de trayectoria y de méritos, los ineptos e inoperantes, los que figuran y nada hacen, y los que, delinquen y violan las leyes, las normas legales y las reglas jurídicas. Una sociedad, con alarmante corrupción e impunidad manifiesta, sin un sistema de justicia ni de premios y castigos; sin un proyecto de país futuro; sin la conciencia y la cultura del trabajo, el estudio y el esfuerzo diarios, y sin educación ni enseñanza; nivelando e igualando, sólo hacia abajo, en un etapa de clara degradación, declive o decadencia, carente de resultados, concretos y positivos. Esos obscuros ciudadanos, víctimas de los engaños y fraudes, las frívolas y vanas palabras, las sanatas y el camelo, las cortinas de humo, el cartón pintado, los vendedores de imagen, las generosas promesas y los grandilocuentes y resonantes anuncios, que luego, infortunadamente, se esfuman, frente a una realidad cotidiana, donde “no pasa nada”, “todo queda en la nada”, “todo da lo mismo” y, todo al final, termina siendo “más de lo mismo…”. Debemos predicar y sembrar con el testimonio de nuestra conducta y el buen ejemplo, de una noble y decente existencia – los hombres como los árboles, se conocen por sus frutos -, y recuperar, reivindicar y revalorizar, la cultura del trabajo y el estudio; los principios éticos y los valores morales, patrióticos y espirituales; la verdad y la justicia; la humildad y el amor hacia el prójimo; la solidaridad y la calidad humana; la rectitud y la transparencia… Dejemos de ser, para siempre, “el ispa de los chantas y atorrantes, las parolas, el grupo, la fiaca, los tipos truchos, los chorros, los que hacen mucha guita fácil, sin laburo, la avivada, los curros y el afano”. De lo contrario, no tendremos porvenir, ni tampoco, ningún destino…
Sin un mango y en la vía…
Aquí estoy, sin un mango y en la vía, junto al viejo bulín, la yeca dura, el camelo, la lunga mishiadura, y este yugo forfai, de cada día. Aquí estoy, como un pato, fiel gomía, – cusifai, que se banca la amargura -, frente al rioba y la cheno tan obscura, desafiando la triste fulería… Aquí estoy, contra el grupo y el bolazo, el ajuste, el afano y el tortazo, la injusticia, la bronca, el egoísmo… Y aunque viva, en la lucha y el aguante, yo la sigo galgueando, hacia delante, con un cuore de sueños y optimismo. Aquí estoy, sin un sope, che, mamerto, – mucha deuda, y también, poco laburo -, y a pesar que ando rasca y medio muerto, nunca aflojo, y de pie, juno el futuro.
Carlos Armando Costanzo, fundador y director-organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro académico correspondiente de la Academia Porteña del Lunfardo.