Reflexión lunfarda: Yo no quiero un país sin futuro…, el país del siempre lo mismo…
Algunos todavía, con cierta cuota de candor e ingenuidad, piensan: “Qué hermoso es soñar una Argentina de valores morales, justicia, verdad, educación, trabajo, producción, progreso, futuro, expectativas, ilusiones y esperanza, lejos del país donde no cambia nunca nada, las cosas quedan en el olvido y la nada y, en todo momento, mediante expresiones mentidas, falacias y cortinas de humo, se engrupe (se engaña), a la pobre gilada”.
Hay quienes suelen subrayar y puntualizar, de una manera frecuente: “No queremos un país donde no cambie nunca nada (pues no existen la menor intención ni el más mínimo interés de cambiar nada: allí reside el hondo secreto y el formidable negocio de hacer su propio juego); todo quede siempre en la nada (sin verdad, justicia ni sistema de premios y castigos, con una impunidad total y absoluta); siempre se hable mucho, mucho de lo mismo, sin resultado positivo alguno; todo dé igual (el individuo honesto o el maleante , el kerosene o el wisky escocés), y siempre, siempre termine perdiendo la persona buena, honrada y laboriosa que trabaja y abona sus impuestos y obligaciones tributarias…, un país sin futuro, que no nos conduce a ninguna parte…, la Argentina del siempre lo mismo…”
Mientras estaba meditando acerca de la cronológica evolución histórica y la notoria decadencia del país, alguien señalaba que: “La Argentina, en poco tiempo se ha transformado, en un angustioso y triste mundo de chantas, verseros, farabutes, chorros y malandras; un país de canallescas ambiciones, deshonestidad, corruptela, indiferencia, agobio, desaliento, resignación conformista y mezquinos egoísmos; un país que nivela, degrada e iguala hacia abajo, porque necesita de la ignorancia, el asistencialismo en gran escala y la miseria dependiente, para seguir siendo siempre lo mismo… Un país, donde lamentablemente se han matado y perdido los principios y valores humanos, el sentido ético, la conciencia moral, la espiritualidad, el sentimiento de amor, concordia y unidad fraterna, la justicia, la verdad, la honestidad y, la suprema y sagrada cultura del trabajo, junto a la cultura del esfuerzo, la cultura del saber y del estudio y, la cultura de los auténticos y reales méritos”.
Y otro en tanto, vaticinaba y profetizaba respecto del porvenir argentino: “ De no modificarse las condiciones objetivas y la realidad actual del país, nuestra sociedad y la ciudadanía, dentro de una década, en el 2031, seguramente existirán idénticas crisis y problemáticas, y se estará hablando de lo mismo, exactamente de lo mismo que ahora”. El fatal y eterno círculo vicioso, el obscuro túnel, la siniestra trampa y el infinito e inagotable laberinto de la Argentina del siempre lo mismo, con un estigma o un maldito karma, del que jamás nos hemos logrado librar…
No podemos aguardar resultados distintos, haciendo siempre lo mismo; los pueblos que olvidan su pasado, están condenados a repetirlo; para que triunfe el mal, sólo se necesita que los buenos no hagan nada a fin de impedirlo; en la vida cosecharemos y recogeremos, lo que hemos sembrado, y los Hombres al igual que los árboles, se conocen y aprecian por sus frutos…
Quiera Dios, que bajo un límpido y luminoso cielo no muy lejano, dejemos de ser la Argentina del siempre lo mismo, recuperando los principios y valores morales, caducos y olvidados, y la sagrada cultura del trabajo, las actividades productivas, la generación de mano de obra y de riqueza, la paz, la unión, la solidaridad y, la felicidad y el bienestar de todas las argentinas y argentinos… ¿Cuál es entonces el único camino? Respuesta: Volver a la senda y el rumbo de la Educación y la Enseñanza, la Honestidad y la fundamental Cultura del Trabajo.
Yo no quiero un país…, por el procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro correspondiente de la Academia de Folklore de la Provincia de Buenos Aires y la Academia Porteña del Lunfardo.
Yo no quiero – lo bato bien de frente -, un país de malaria y mishiadura, en que el chorro, el chantún y el caradura, se hacen piolas y morfan al decente. Yo no quiero – lo parlo honestamente -, un país de matufias y amargura, donde pierde el salame que labura, pero nunca va en cana el delincuente… El afano termina en el olvido, todo queda forfai, siempre en la nada, se borró la justicia y no hay laburo… Yo quisiera, sin verso repetido, un país que no engrupa a la gilada. Un país muy polenta, con futuro.