El sangriento suceso del “Cerrillo de las Avería”, en 1837. La calle de Chivilcoy, que recuerda este histórico episodio.

El sangriento suceso del “Cerrillo de las Avería”, en 1837. La calle de Chivilcoy, que recuerda este histórico episodio.

octubre 25, 2018 0 Por archivol
Compartir

Don Frnacisco Anselmo Castagnino (1884-1955), fundador y primer director, del Museo Histórico Municipal, que lleva su ilustre nombre, desde el 13 de enero de 1958. Por su iniciativa, se le impuso, en octubre de 1954, a la prolongación de la calle Belgrano, de nuestra ciudad, el nombre de Cerrillo de la Avería», el cual, nos recuerdo, el sangriento y trágico episodio, de 1837.

El capítulo evocativo de hoy, lo dedicaremos a recordar, un sangriento y trágico suceso, acaecido en el otoño del año 1837, cuando un grupo, de once valerosos y heroicos gauchos, pobladores de esta zona geográfica, y cazadores de avestruces, en aquella lejana época, de nuestra historia chivilcoyana; fueron ultimados, de un modo cruel y sanguinario, por un indómito y despiadado malón aborigen, que con un espantoso y devastador ataque, hubo de asolar la región. Ello ocurrió, exactamente, en un sitio ubicado en cercanías, de la actual plaza principal 25 de Mayo; el cual, por tratarse de un montículo, una loma o una prominencia del terreno, era conocido con el nombre de “Cerrito de la Avería” o “Cerrillo de la Avería”.  En ese tiempo, nuestro extenso y rico territorio de llanura, dependía, desde el ángulo jurisdiccional, de la antigua y tradicional Guardia de Luján, no habiéndose aún creado, el partido bonaerense de Chivilcoy, que surgió unos ocho años más tarde, el domingo 28 de diciembre de 1845, mediante el decreto Nro. 1844, del entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, brigadier general Don Juan Manuel de Rosas. Los once paisanos lugareños, cuyos nombres, se desconocen por completo, hubieron de convertirse, en auténticos y verdaderos mártires, que generosamente, entregaron sus vidas, por defender a los habitantes del lugar y, a la noble y esperanzada gesta, de la civilización, el crecimiento y el progreso. Un periódico local, denominado “22 de Octubre”, precisamente, en un número extraordinario, de dicha publicación, aparecido en el mes de octubre de 1952, con motivo del 98 aniversario, de la fundación de nuestra ciudad, hubo de rememorar el citado episodio, a través de un interesante e ilustrativo artículo: “Muchos antes de la histórica querella, a que dio lugar la fundación de Chivilcoy, motivada por la fijación del punto en que debía clavarse la simbólica pala, ya era la actual plaza – parque, sitio central del caserío desparramado, entre el cual debían tenderse, las líneas urbanas del futuro trazado. En un costado de este sitio, dando frente a la ruta de tránsito hacia el Oeste, se desarrolló un cruento episodio, en el otoño de 1837, siendo jefe de milicias, Don Calixto Calderón. Allí debió existir, un montículo – tal vez, adobes deshechos, de algún viejo rancho -, que las gentes, de entonces y después, denominaron el Cerrito de la Avería. Cuando en la época citada, se produjo el gran malón de indios, mandados por Calvucurá, que arrasó toda la zona y llegó hasta Mercedes, los pobladores de Chivilcoy, trataron de resistir la avalancha, organizando a toda prisa una defensa, con las pocas y medianas armas, de que podían disponer. El resultado, fue un saqueo general, con arreo de hacienda, cautiverio de mujeres y niños, matanza de varones jóvenes, e incendio de casas, forrajes y sembrados. En aquel desastre, cuyas víctimas no se pudieron contar, por mucho tiempo, se señaló el heroico comportamiento, de un pelotón de paisanos que, batiéndose en orden más o menos regular, hicieron pie firme en el lugar indicado, y combatieron a tiros, hasta que se agotó la pólvora; siguiendo la pelea a daga y cuchillo, contra los avances repetidos de la indiada, dispersa diez veces, y otras tantas, vuelta a agrupar, enfurecida. Eran once, bien contados por testigos presenciales, y por quienes recogieron y sepultaron los cuerpos. Los once héroes desconocidos, pues nadie pudo o se cuidó de identificar a aquellos gauchos, sin duda, peones de estancia o reseros, fueron lanceados y heridos, o muertos en el suelo, degollados parejos, como una operación de ritual. Los once del Cerrito de la Avería, no deben perderse en la historia, aunque sus nombres sean ignorados. Defendieron a Chivilcoy, que en aquel trance, representaba  la civilización, abriéndose paso, en los desiertos salvajes”. En 1954, al conmemorarse el glorioso Centenario, de la fundación de nuestra ciudad, ese inolvidable domingo 22 de octubre de 1854, por una acertada y plausible iniciativa, de Don Francisco Anselmo Castagnino (1884 – 1955), fundador y primer director del Museo Histórico Municipal, que lleva su ilustre nombre, se le impuso a la arteria, prolongación de la calle Belgrano, la denominación de “Cerrillo de la Avería”. El día del descubrimiento, de la respectiva placa de nomenclatura, hubo de usar de la palabra, el propio Francisco Anselmo Castagnino, autor del proyecto, quien se refirió, con palabra vibrante y emocionada, a este desconocido o ya olvidado episodio, de nuestra larga y apasionante historia chivilcoyana, hace ya, más de ciento ochenta años transcurridos…

A Chivilcoy, por el procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro académico  correspondiente, de la Academia de Folklore de la Provincia de Buenos Aires y la Academia Porteña del Lunfardo.

CHIVILCOY, que te juno en la pradera, bajo el sol compadrón de la matina, con el agua debute y cristalina, el trigal, la llanura farolera… Chivilcoy, de la imagen tan canchera, la ilusión y la pinta más genuina, que te siento, sabés, como una mina, y te guardo en el cuore y la sesera… Chivilcoy, que te juno, plenamente, en la plaza o el feca muy sonriente, cada yorno, de lucha y de laburo… Y hoy, delante de un cacho de paisaje, mi parola te manda este mensaje, por tu posta presente y tu futuro.