Rincón Lunfardo: El prócer Don Pancracio.

Compartir

car1
Recuerdos y reflexiones de un patriota de antaño, en medio de una sociedad argentina contemporánea, con impunidad, corrupción, frivolidad e indiferencia, sin justicia, sin un sistema de premios y castigos, sin la cultura del trabajo, el esfuerzo y el estudio, sin proyectos de vida futura, sin educación -nivelando e igualando, sólo hacia abajo -, y sin principios éticos ni valores morales, humanos y espirituales; una sociedad, donde pierden las personas buenas, nobles y laboriosas, que trabajan y luchan, honradamente, y ganan, por el contrario, aquellos individuos, que carecen de trayectoria y de méritos, violan las leyes, delinquen y acrecientan y enriquecen sus bienes y patrimonios:

Yo soy el prócer Pancracio, del viejo y mistongo ayer, que me pianté del silencio, y he vuelto así, a renacer. Vengo de un tiempo pulenta, de criolla revolución, donde todos la cinchamos, por una nueva nación. Un tiempo del Buenos Aires, tan garifo y colonial, con una flor de tertulia, y la farra musical. Un tiempo del aguatero, con su cafiolo tonel; la yeca y sus vendedores, la mazamorra, el clavel… Un tiempo de mishiadura, perro flaco y triste sol; el bulín, medio cachuzo, el cabildo y un farol… Un tiempo de lungo embale, y de copado fervor, lleno de cintas chipolas, blanco y celeste color. Un tiempo de forte aliento, y macanuda verdad, donde yugamos unidos, por la posta libertad. Yo soy el prócer Pancracio, que tanto supe luchar; laburé, de un modo honesto, nunca pensé en afanar… No fui un tipo canfinflero, un vagoneta, de andar, ni un pelandrún – lindo fiaca -, con ganas de apoliyar. No fui un chantún farabute, un bolasero, un buscón, ni un chorro, bien remanyado, de galera y de bastón… Viví casi en la malaria, junto a un rioba pobre y gris, pero soñé, de movida, un ispa rico y feliz. Siempre estuve, allá, en la lona,  – varias veces, de garrón -, y he muerto, hace muchos yornos, sin un mango en el colchón… No sé en que lugar fulero, – tumba humilde y poca luz -, me enterraron, los gomías, zampando, luego, una cruz. Quizá, dejé como ejemplo, el cuore de mi honradez, y este recuerdo debute, del mil ochocientos diez… Y hoy, he vuelto del olvido, con mi canchero valor, para seguir, laburando, por una Patria mejor.

Por Carlos Armando Costanzo, Fundador y director del Archivo Literario Municipal, y del Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro correspondiente de la Academia Porteña de Lunfardo.