Un recuerdo para Roberto José Piedegrosso (1964-2016)

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Roberto José Piedegrosso (1964-2016), junto al cantor de tango, Jorge Destaville (Diciembre de 2015)

Roberto José Piedegrosso (1964-2016), junto al cantor de tango, Jorge Destaville (Diciembre de 2015)

El pasado  4 de marzo, del presente año 2016, tras las alternativas de una cruel y penosa dolencia, dejó de existir, en nuestra ciudad Roberto José Piedegrosso, y se fue con él un vecino chivilcoyano, que por los rasgos y cualidades de su personalidad, supo conquistarse, la simpatía y el sincero cariño de la gente. En un determinado momento de su vida, sintió en lo más profundo de su corazón y de su alma, el dulce y tierno llamado de Jesucristo, y fue así, que eligió la faz religiosa y el camino de la doctrina cristiana, cursando estudios sacerdotales  de seminario, al final de los cuales, hubo de recibir la correspondiente ordenación eclesiástica, en 1991; iniciando de ese modo, su ministerio evangélico y pastoral, que se extendió durante varios años. Después, las circunstancias de la vida y el destino, lo condujeron por otra senda, abandonando su condición de presbítero, pero sin perder en ningún momento, su gran fe en Dios, sus íntimos principios y sus valores humanos. Hacia 1988, siendo un fervoroso y dinámico seminarista, había editado el volumen “La Virgen Gaucha y Monseñor Anunciado Serafini”, una amena e ilustrativa crónica histórica, acerca de la trayectoria y la obra de Monseñor, Dr. Anunciado Serafini, ex Obispo de la Diócesis de Mercedes, nacido el 16 de diciembre de 1898 y fallecido el 18 de febrero de 1963. Dicha publicación, contaba con un prólogo del entonces Obispo de Mercedes-Luján, Monseñor Emilio Ogñenovich. Roberto José Pediegroso, tenía 51 años de edad. Tiempo después, alejado del sacerdocio desarrolló distintas actividades, en la vecina ciudad de Chacabuco, y en Chivilcoy, se despempeñó como Administrador del Hospital Municipal, a findes de la década 1990, bajo la gestión de Rodolfo Bardengo. Había nacido, en 1964, y hoy ante la  honda congoja, que nos produce su lamentable partida, elevamos al Señor, una cálida plegaria, recordando las palabras de Jesús, en el “Sermón de la Montaña” “Bienaventurados, los mansos y humildes, porque ellos heredarán la tierra, bienaventurados, los puros de corazón, porque ellos verán a Dios”.