Reflexión lunfarda: La eterna espera…

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espLa paciente y prolongada espera del ciudadano común, ese individuo anónimo y silencioso, de nuestra sociedad contemporánea, constituye también, un interesante motivo o tema de reflexión y análisis, por parte de la voz arrabalera del lunfardo. El ciudadano común, que de un modo arduo y sostenido, trabaja, lucha, se esfuerza y sacrifica, cada una de las jornadas del mes y del año, y suele terminar, extenuado y agotado por los problemas, escollos y fatigas del día, como una inocente víctima de las crisis financieras del país, los ajustes y recortes económicos, la carestía de los precios de los artículos, las tremendas cargas fiscales e impositivas, y los desmedidos incrementos de las tarifas y facturas de los servicios. El ciudadano común, que muchas veces, con decepción, desencanto y amargura, se siente un hombre frustrado y fracasado; en medio de un contexto social, donde resultan perdedoras, aquellas personas buenas, honestas y laboriosas, que bregan, cotidianamente, con una seria y responsable contracción hacia el trabajo, y en cambio, son exitosos y famosos ganadores, esos individuos, que “viven de arriba”; carecen de trayectoria, realizaciones y méritos verdaderos; evaden los impuestos y las obligaciones tributarias; violan de manera sistemática, las leyes, con total y absoluta facilidad e impunidad; delinquen y, acrecientan y enriquecen sus bienes, fortunas y patrimonios. El ciudadano común, en distintas oportunidades y ocasiones, víctima inevitable, de los falsos anuncios de cambio, las densas cortinas de humo, el “pescado podrido” y la mentiras programadas; la frivolidad, la carencia de profundidad y contenido, y el clima vulgar y banal, de las cosas ligeras, intrascendentes y superficiales. El ciudadano común, que acaso ingenuamente, confía en las futuras transformaciones, y al final, desengañado y desilusionado, se estrella contra una realidad adversa y dolorosa. El ciudadano común, quien espera y espera, a lo largo de su existencia, y al no advertir modificación alguna, piensa, con pesadumbre y tristeza, que no hay cambio alguno, y todo es “más de lo mismo”. Debemos siempre, predicar y sembrar, con el buen ejemplo, y recuperar la cultura del trabajo, el esfuerzo y el estudio, los principios éticos y, los valores morales, humanos, patrióticos y espirituales. Una sociedad, con negra corrupción y manifiesta impunidad, sin normas de justicia ni un sistema adecuado de premios y castigos; sin la tradición y la noble cultura del trabajo; sin proyectos de vida; sin educación ni enseñanzas – nivelando e igualando sólo para abajo y carente de resultados concretos y positivos -, y sin principios, reglas claras y genuinos valores; no tiene porvenir, ni tampoco, ningún promisorio destino… Los hombres, como los árboles, se conocen y aprecian por sus propios frutos.

Aquí estoy, che , melón, en esta espera de algún cambio bien posta, en el futuro; bancándome las deudas, sin laburo, despilchado y metido en la catrera… Aquí estoy, che, melón, en la palmera, desafiando el biandazo, forte y duro; los balurdos, las broncas, el amuro, el bajón y la suerte tan fulera… Aquí estoy, pichuleando a la bartola, mucho grupo, sabés, mucha parola, pero minga de guita, y nada avanza… Y en mi viejo bulín – ranero aguante -, voy tirándola siempre, hacia delante, con las pilas cargadas de esperanza. Y aquí sigo en la vía, campaneando, la penosa y mistonga situación, pues los giles, estamos esperando, que esto cambie, del tiempo de Colón.

Proc. Carlos Armando Costanzo, fundador y director-organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro académico correspondiente, de la Academia Porteña del Lunfardo.