Reflexión lunfarda: La historia de la sanata

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Caricatura del singular e inolvidable, actor humorístico argentino, Fidel Pintos (1905-1974), genial creador o inventor, de la ya clásica y folklórica sanata.

Caricatura del singular e inolvidable, actor humorístico argentino, Fidel Pintos (1905-1974), genial creador o inventor, de la ya clásica y folklórica sanata.

De acuerdo con la erudita definición del diccionario lunfardesco, la clásica y tan peculiar sanata – toda una auténtica y verdadera tradición folklórica, en el historial del quehacer social y público argentino -, constituye “una manera de hablar, incomprensible y confusa, donde se efectúa la exposición de un conjunto de ideas o de un determinado tema o asunto, sin tener ningún fundamento, claridad conceptual o sentido alguno”. La sanata, que muchas veces, – puro cartón pintado, propio de los vendedores de imagen -,  con profunda astucia y sutil perspicacia, intenta persuadir, convencer, seducir, engañar y embaucar, a tantos individuos, crédulos e incautos, víctimas de la locuacidad, la verborrea, el fraude, la patraña, la falsedad, la trampa y la mentira. La sanata, que reconoce como su auténtico y glorioso inventor o creador, al sin par e inolvidable actor cómico, Fidel Pintos, quien había nacido en el barrio porteño de Belgrano, hacia 1905, y falleció, a los 69 años de edad, en 1974. Gran maestro e incomparable figura, de un humor saludable, expresivo y delicioso, alcanzó una amplia y merecida popularidad, en los ámbitos radiofónicos, los escenarios teatrales, y el mundo de la televisión y la cinematografía. Podemos recordar algunas de sus películas: “Un tropezón cualquiera da en la vida”, “Alma de bohemio”, “El zorro pierde el pelo”, “La vida color de rosa”, “El hermoso Brummel” y “El hombre del Año”, y la genial participación, en los muy exitosos programas, de los hermanos Sofovich: “Operación Ja Ja” y “Polémica en el bar”. La sanata en medio del contexto de una sociedad contemporánea, donde abundan las excesivas manifestaciones verbales, los vehementes y acalorados debates, los rimbombantes anuncios, las múltiples declaraciones oficiales y, la mucha y vana palabrería, sin resultados concretos, tangibles y valederos… La sanata, en un país y una sociedad, donde infortunadamente, pierden las personas buenas, honradas y laboriosas, que luchan y trabajan, honestamente, cada día,  y contrariamente, ganan, las que carecen de reales méritos, infringen las leyes, viven siempre de arriba, y se enriquecen, de un modo sideral y exorbitante… La sanata, dentro de una sociedad, en los que imperan la anticultura del “facilismo”, y el círculo vicioso del más de lo mismo, donde, por desgracia, no cambia nada, nunca pasa nada, todo queda en la nada, todos son iguales, siempre se habla mucho, de lo mismo, todo da lo mismo, y todo termina siendo, inexorablemente, más de lo mismo… Debemos predicar y sembrar, con el testimonio de nuestra conducta y el buen ejemplo de vida, y recuperar, hoy, más que nunca, los principios éticos y los valores morales, humanos, patrióticos y espirituales; la cultura del trabajo, el esfuerzo, la lucha, el estudio, la educación y la enseñanza; el amor al prójimo, la humildad, la honestidad, la justicia, la verdad, el respeto, la rectitud, la solidaridad, la nobleza y la transparencia… Lejos de la corrupción y la impunidad, la indiferencia cívica, el egoísmo, las cortinas de humo, el desaliento, la actitud de quienes no mueven ni un dedo, para una transformación futura, las injusticias, la frivolidad, la ignorancia y la falta de un adecuado sistema de premios y castigos, debemos elegir el único camino posible: La senda del trabajo, la educación y la enseñanza, para lograr el óptimo desarrollo y el esperanzado progreso del país, y la plena realización y el bienestar de sus ciudadanos. No podemos aguardar resultados distintos, haciendo siempre lo mismo; para que triunfe el mal, sólo se necesita que los buenos no hagan nada, a fin de impedirlo, y los hombres, como los árboles, se conocen y aprecian por sus propios frutos.

La sanata, por Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro académico correspondiente, de la Academia de Folklore de la Provincia de Buenos Aires y de la Academia Porteña del Lunfardo.

 Sos el rey del chamuyo repetido, la parola fayuta y el camelo, que empaquetás al pobre pipistrelo, con tu espiche y tu verso, sin olvido… Sos el rey del boleto bien sabido, o del globo total, que llega al cielo; y así, de charlatán, vivís al pelo, como un gran farabute presumido… Dejá entonces, chantún, que te lo bata: Sos el rey de los cuentos, la sanata, la mula y la macana remanyada… Y dándote de rana y de canchero, la jugás de perfecto bolacero, engrupiendo a la mersa y la gilada.