Un recuerdo para el maestro normal Carlos Armando, mi padre

Un recuerdo para el maestro normal Carlos Armando, mi padre

abril 3, 2024 Desactivado Por archivol
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Nacido el 1 de abril de 1905, falleció el 16 de agosto de 1987.

Docente de grado y director de escuelas, fundó cinco establecimientos educacionales en la provincia de Río Negro.

El 1 de abril de 1905, vio la luz en nuestra ciudad, bajo el hogar de Carlos Armando y Cristina Laurito, el maestro normal chivilcoyano Carlos Armando, mi padre, quien, a lo largo de más de tres décadas, cumplió y desenvolvió una intensa y ardua trayectoria, en el campo educacional.

Hacia 1926, obtuvo su título habilitante, en las aulas de la Escuela Normal “Domingo Faustino Sarmiento” – el diploma, como todos los de aquella época, se hallaba firmado por el entonces ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación, Dr. Antonio Sagarna, lo que evidencia de un modo elocuente, la gran importancia que tenía en ese momento, la educación argentina-, y posteriormente, tras su correspondiente designación, el 20 de junio de 1928, se desempeñó como maestro de grado, vicedirector y director, de la Escuela primaria Nro. 9, de la localidad de General Conesa, en la provincia patagónica de Río Negro; comenzando, precisamente, su labor pedagógica, el día 3 de julio de 1928.  

Por otra parte, allí, en Río Negro, fundó cinco nuevos establecimientos de enseñanza, llevando a cabo, de una forma pujante y tesonera, las respectivas gestiones, para lograr la constitución, instalación y efectivo funcionamiento de esos centros educacionales. Hombre de múltiples iniciativas, promovió, asimismo, la creación de una biblioteca, un museo y una huerta escolares.

Además, tuvo a su cargo la dirección de la Escuela Nro. 106, de la localidad de Coronel Mom, dentro del distrito bonaerense de Alberti, y fue también, agente fiscal, del Juzgado de Paz lego, de Chivilcoy, entre los años 1959 y 1979, cuando ejercía las funciones de Juez de Paz del distrito, Salvador Pedro Costanzo (1898 – 1990). Carlos Armando, mi padre, falleció en nuestra ciudad, el 16 de agosto de 1987, a los 82 años de edad.

Hoy lo evoco, de un modo silencioso, / y resurge de nuevo, su presencia: / vocación de maestro, fiel conciencia, / alma noble y un temple vigoroso. / Hoy lo evoco, tenaz y laborioso, / con su escuela del sur, su gran docencia; / su honradez, rectitud y transparencia, / su fervor y su lucha sin reposo… / Fibra auténtica y gesto verdadero, / hoy evoco su espíritu sincero, / sus valores, su vida y su pujanza…. / Y pensando en sus obras – larga historia -, / llevó así con orgullo, en la memoria, / su lección y su ejemplo de enseñanza.